28 oct 2013

Al descubierto, mi relato en la revista La Cuna de Eros nº 4

Os dejo mi nuevo relato para la revista La Cuna de Eros, nº 4. Espero que os guste, al igual que todo el contenido de la revista. Gracias a las chicas que la hacen posible.



Al descubierto

—¡No me puedo creer que quieras que me encargue de ello! —exclamó Sebastian mirando a la redactora jefe de la revista para la que trabajaba. Pero a juzgar por el rictus de su rostro no parecía dispuesta a bajarse del carro. Viendo su gesto, Sebastian apoyó las manos sobre la mesa y sacudió su cabeza si comprender aquella decisión.
—Dime, ¿tienes algún problema con ella? Sandra Devine es la reina de la novela romántica. Puedo entender que no te guste el género, pero considero que es una buena oportunidad para ti encargarte de la entrevista. Además, ha sido ella quien ha pedido expresamente que fueras tú.
—¿Me lo dices en serio? —le preguntó entornando su mirada hacía Lucía, quien se recostaba en su sillón con gesto de no entender porque rechazaba aquella oportunidad de firmar un buen trabajo.
—¿En alguna ocasión te he dado la sensación de no estar hablando en serio? —le preguntó con una mezcla de ironía y advertencia mientras ponía cara de no saber a qué venía esa pregunta. —Sinceramente, no entiendo tu comportamiento. Sandra ha tenido a bien concedernos este reportaje. Tú te encargarás de las preguntas, y Rachel de las fotografías. Ah, y sé original. No hagas las típicas preguntas que le hacen todos. No me interesa saber cuantas horas dedica a la escritura, o quien es su escritora favorita o la que la inspira. Quiero a la mujer que hay detrás de la escritora. ¿Captas el mensaje? —le indicó con un tono serio que parecía decirle que si le presentaba una entrevista como las demás, se atendría a las consecuencias.
—La mujer —repitió Sebastian asintiendo como un chico bueno mientras en su cabeza intentaba hacerse una idea de qué le preguntaría.
—Eso he dicho. La mujer. Os espera en el hotel Chevalier dentro de dos horas. Su representante os conducirá a su habitación.
—¿Esta noche? —le preguntó sin poder creer que no pudiera irse a casa ya.
—No podía ser en otro momento. Lo lamento pero es así.
— Está bien, entiendo que el reportaje y la entrevista serán allí ¿no? —A juzgar por el tono, a Lucía le pareció que Sebastian parecía contrariado. De manera que se limitó a asentir. Sebastian captó el mensaje y con una leve inclinación de cabeza salió del despacho de la editora mientras soltaba el aire acumulado en su interior.
¡Entrevistar a Sandra Devine! La nueva reina del romance. La mujer que acaparaba las portadas de las revistas; los escaparates de las librerías; y las marquesinas de los autobuses. La veía a todas horas. Conocía su rostro de memoria. Seguramente que muchos desearían estar en su lugar. Seguro.

Llegaron con tiempo al hotel donde los aguardaban. Rachel, la fotógrafa, aparentaba estar relajada mientras caminaba a su lado con sus gafas de espejo, un cigarrillo en la mano, y la bolsa con la cámara colgada del hombro.
—Si no te conociera diría que no te hace nada de gracia esta entrevista —le comentó de repente mientras Sebastian parecía distraído. —Muchos tíos pagarían por estar diez minutos a solas con ella.
—Apuesto a que sí.
—Al menos admite que es una mujer atractiva —le pidió mientras ahora lo miraba por encima de las gafas.
Sebastian se limitó a sonreír antes de entrar en el hotel. Preguntaron por el representante de Sandra en recepción, y al momento apareció una mujer con el pelo rubio, que los saludó. Durante algunos minutos intercambiaron algunas directrices antes de subir a la habitación. Convinieron que primero harían las fotografías para que Rachel pudiera revelarlas lo antes posible, y ver como habían quedado. Luego llegaría el turno de las preguntas.
Siguieron a la representante hasta una habitación amplia con vistas a la arteria principal de la ciudad. Sebastian inspiró hondo y la primera visión que tuvo de Sandra era de espaldas a ellos, mirando por la ventana. Al escuchar la puerta se volvió para saludarlos. Sebastian percibió un brillo especial cuando estrechó su mano. Su apretón fue firme y sin apartar su mirada de la suya. Profesional. Tratando de parecer convincente. La observó detenidamente mientras Rachel le explicaba lo que harían. Quiso pasar desapercibido, como si ella no fuera de interés para él, pero no pudo evitar lanzar un par de miradas hacia ella. E incluso en un par de ocasiones ambas se cruzaron. Tenía que darle la razón a Rachel, era muy atractiva, y su cuerpo… aquellas increíbles piernas que asomaban bajo su falda… y la camisa entreabierta dejando ver algo más de lo permitido… Simuló repasar las preguntas que le haría, cuando la editora le informó que era su turno.
Se miraron detenidamente a los ojos mientras ella le regalaba una sonrisa, y parecía mostrarse complacida por la situación.
—¿Nos sentamos? —sugirió indicándole a Sebastian una silla. —Me gustaría estar a solas —le hizo saber a su representante, quien pareció que fuera a protestar pero finalmente accedió ante la atenta y esclarecedora mirada de Sandra.
Una vez a solas, Sebastian se detuvo a observarla en silencio antes de afrontar la entrevista.
—Prefería estar a solas, lo cierto es que me apetecía tener una charla relajada contigo —le dijo dedicándole una sonrisa cautivadora.
—Bien, eso está bien porque pretendo que sea algo informal —comenzó diciendo mientras cerraba su portafolios, donde llevaba preguntas y lo dejaba sobre la mesa. Sandra entrecerró los ojos mientras escrutaba el rostro de Sebastian. Ojos oscuros, al igual que su pelo. Rasgos definidos. Labios finos y un mentón pronunciado. Su mirada era intrigante. Juraría que no deseaba estar allí con ella. Que aquello había sido una encerrona. Pero apostaba a que se esforzaría por hacerlo lo mejor que sabía. —No voy a preguntarte por la escritora sino por la mujer. No me interesa saber a quien admiras; o a quien lees. Quiero saber cosas de la mujer, creo que me he explicado bien —le dijo entornando su mirada hacia ella y observando su sonrisa maquiavélica. Como si se estuviera divirtiendo con aquella situación. De repente su mirada quedó fija en él. Sebastian pensó que había metido la pata y que ahora ella se pondría a despotricar, o le haría algún comentario suspicaz.
—Entonces haremos una cosa —comenzó diciéndole con gesto divertido mientras se inclinaba hacia delante permitiéndole ver algo más de su provocativo escote. Sebastian se sintió confundido, podría decir que intimidado por aquel repentino cambio. —Si quieres conocerme como mujer, será mejor que estés dispuesto a aguantar toda la noche, despierto.
Sebastian creyó que no había escuchado bien. ¿Cómo que estar dispuesto a aguantar toda la noche? ¿Qué pretendía? Al ver el gesto de sorpresa en su mirada Sandra sonrió divertida por lo que pudiera estar imaginándose él.
—No pienses mal, hombre. Sólo te estoy proponiendo salir por ahí y charlar como dos amigos. Dejando a un lado el plano estrictamente laboral. Nos olvidaremos que yo soy una escritora con éxito, y tú un periodista de renombre en un publicación de literatura. Solos tú y yo. Sin etiquetas. Sandra y Sebastian —le dijo pronunciando sus nombres con inusitado interés.
Sebastian alzó las cejas mientras la observaba e intentaba adivinar qué pretendía. Una sonrisa mitad irónica, mitad divertida se trazó en sus finos labios al tiempo que la miraba con inusitado interés. No esperaba que ella reaccionara de esa manera pero…
—Sin duda será más interesante que charlar aquí. ¿Cuándo nos vamos? —le sugirió mirándola con gesto divertido, expectante por lo que pudiera depararles la noche. Sandra sonrió complacida mientras se incorporaba de la silla.
—Será cuestión de diez minutos. Ponte cómodo —le dijo mientras desaparecía tras las puertas corredizas, que separaban el saloncito de la habitación.
           

Sebastian contemplaba con un gesto de incredulidad, pero al mismo tiempo divertido a Sandra, mientras ella cogía la cerveza y se la llevaba a sus labios. Si le hubieran asegurado que la mujer sentada frente a él, con aquel vestido que no dejaba demasiado a la imaginación, aquel pelo todo alborotado, y ese gesto risueño en su rostro mientras lo miraba fijamente, era la misma que momentos antes había visto en la suite del hotel, lo hubiera tomado por loco. ¿Esa era la verdadera Sandra? Se preguntaba mientras un repentino deseo por adueñarse de sus sensuales labios, comenzaba a poseerlo.
—Se lo que estás pensando —le dijo mientras entrecerraba sus ojos y asentía con una mezcla de diversión y seguridad.— Y déjame decirte que es verdad.
—Sería mejor que no te revelara mis pensamientos en ese preciso instante. Te lo aseguro —le comentó mientras sonreía de manera cínica, provocativa. Si supiera que en ese instante lo que más le apetecía era besarla...
—No estés tan seguro —le dijo mientras volvía a beber y no dejaba de mirarlo por encima de su vaso.— A ver, entiendo que te sorprenda tal vez como soy fuera del mundo literario, las firmas, las presentaciones, entrevistas y demás. Pero esta que ves aquí soy yo. Tan real como la vida misma ¿No crees? —le aclaró mientras se miraba así misma buscando algo que no estuviera en su sitio.
—Pero, ¿por qué esa imagen de mujer…
—¿Profesional?, ¿Fría? ¿Antipática? ¿Aburrida? —le enumeró ante la propia incredulidad de Sebastian.— ¿Cuál prefieres?
—La que tengo ante mí ahora mismo —le aseguró con total convicción mientras levantaba el vaso para brindar. — No la cambiaría por ninguna otra.
—Vaya, sabes como halagarme.
—No te halago, soy sincero.
—¿Qué vas a escribir sobre mí? —le preguntó entornando su mirada hacia él con un toque de curiosidad, al tiempo que sentía como si él la conociera desde siempre.
—Que te gusta la cerveza.
Sandra sonrió ante el comentario.
—Eres poco original. Supongo que mis lectores ya lo saben.
—Tal vez —admitió mientras bajaba la mirada hacia el vaso y pensaba en lo que realmente podría contar acerca de aquella mujer. Aunque podría aderezarlo con algunas notas de humor o fantasía. Nadie investigaría si era cierto o no.
—Vámonos —le urgió cogiéndolo de la mano ante su propia sorpresa y sacándolo de allí. Corrió tras ella sin parar a pensar donde irían, qué harían. Sólo sabía que le habían pedido conocer a la mujer que había tras la escritora. Y por el momento lo estaba consiguiendo. Estaba descubriendo a Sandra Devine fuera de sus libros; lejos de los romances que plasmaba, pero ¿cómo sería ella en uno de ellos? Nunca había dicho si tenía pareja, si la había tenido. Su vida privada era demasiado hermética como para que se la fuera a contar a él. Nunca había permitido que se acercaran más allá de la línea que separaba lo profesional de lo personal.
Caminaron por las calles abarrotadas a esas horas. Era una noche agradable para divertirse, para perderse entre la gente. Nadie la reconocería. Nadie la molestaría. Bailaron, rieron, cantaron en un karaoke, mientras intercambiaban miradas, sonrisas y gestos que a simple vista parecían tan normales... Sebastian pensó que aquella atractiva mujer era sin duda una caja de sorpresas. Y que en nada se parecía a la imagen que daba de ella en la prensa. Pero, ¿por qué había decidido hacerlo con él? ¿Qué la había empujado a ver amanecer mientras que él la rodeara con su brazo por la cintura? A que sus bocas aparecieran una a escasos centímetros de la otra. A que una suave caricia le provocara un gemido revelador. A que el deseo palpitara en su piel hasta sentir la quemazón. Sebastian se sintió confundido ante aquella situación siendo consciente que aunque quisiera detenerse, no podría.
Dejó que sus labios descendieran por su cuello hasta la clavícula, donde los presionó con más insistencia; como si quisiera dejar su particular marca. Sus manos ascendían de manera lenta y sugerente por los brazos de Sandra hacia su lencería. La deslizó con toda intención, sabiendo lo que el roce de sus dedos provocaba, al tiempo que volvía a besarla en el cuello. Sandra sintió un escalofrío recorriendo su espalda, que se acrecentó cuando sintió como sus pechos quedaba libres y las manos de Sebastian los cubrían para juguetear con los pezones. Cerró los ojos mientras se abandonaba a aquella espiral de caricias, besos, gemidos que la empujaban hacia un destino incierto. Se tomó su tiempo. Saboreando cada instante. Memorizando cada una de las líneas de su cuerpo. Descubriendo cada recoveco. Nunca imaginó que podría sentir de la manera que lo estaba haciendo en ese instante. Sus labios trazaron un sendero de besos húmedos, cálidos, sensuales por todo su cuerpo mientras observaba las reacciones de Sandra. Decir que no quería que la noche terminara era absurdo, ya que llegaron a su apartamento con las primeras luces del día. Sandra se acopló con total normalidad al cuerpo de Sebastian, como si se conocieran, como si en verdad ambos estuvieran destinados a permanecer juntos. Lo besó con fervor, con ternura, sintiendo cada una de sus caricias. Escuchó su voz susurrarle su nombre provocando en ella una sensación anhelada durante tanto tiempo… Su piel sobre la de ella, sus ojos fijos en los suyos, su mano acariciando su mejilla mientras seguía moviéndose sobre él llevándolo hacia un clímax que no deseaba alcanzar. Quería permanecer suspendido eternamente en sus ojos; adherido a su cuerpo; quería vivir en sus labios; que su nombre fuera pronunciado solo por ella, y que lo llamara cuando lo necesitara.

La estrechó contra él mientras le besaba en la frente, en los párpados, en la nariz, y en los labios. Pero ahora no se trataba de ese beso voraz que antes los había poseído. Era algo más tierno, más íntimo, más dulce. La miró a los ojos, mientras ella sonreía risueña. ¿Qué podría decirle? ¿Qué debía hacer? Sandra se incorporó mirándolo con tal intensidad que Sebastian pensó que podría leer su mente, y su corazón. Sintió como le acariciaba el rostro mientras se mordía el labio inferior de manera sensual, provocativa. Se acercó hasta él para besarlo de manera lenta e intencionada mientras la sábana se deslizaba más allá de su espalda revelando su desnudez.
—Imagino que lo que ha pasado no lo contarás en tu entrevista —le susurró con un tono burlón, pero sensual al mismo tiempo mientras volvía a morderse el labio, y su mirada chispeaba.
Sebastian la miró fijamente, confundido por aquel comentario, y al momento sonrió.
 —¿Por quién me tomas?
—Más te vale, vaquero —le aseguró mientras le guiñaba un ojo.
Sebastian la atrajo hasta él mientras sus dedos recorrían la espalda de Sandra de manera provocativa. Le apartó varios mechones para despejar su rostro y sonreír burlón.
—¿Cuánto hace que no te digo lo hermosa que estás al despertar?
Sandra sintió como enrojecía. Y como era presa de una risa nerviosa. Inclinó su rostro para que él no la viera, pero Sebastian deslizó su mano bajo su mentón para obligarla a mirarlo a los ojos.
—¿Cómo se te ocurrió esta locura? —le preguntó entrecerrando sus ojos mientras sacudía su cabeza.
—Tenía ganas de estar contigo.
—Yo también pero… ¿solicitar una entrevista conmigo?
Sandra sonrió y pronto las carcajadas fueron lo único que, llenaron la habitación.
—Reconoce que ha sido ingenioso.
—Cierto, pero cuando Lucía me pidió que fuera yo quien te hiciera la entrevista…—le comentó abriendo los ojos hasta su máxima expresión, lo cual provocó un revuelo insospechado en  Sandra. Podía imaginar la cara que habría puesto Sebastian al conocer la petición.
—Quería tenerte una noche entera para mi —le susurró en sus labios antes de rozarlos tímidamente mientras sus manos enmarcaban el rostro de él. Sintió que se fundía por dentro; un escalofrío recorrió todo su cuerpo y la piel se le erizó cuando ella lo besó de aquella manera, mientras dejaba que sus dedos trazaran el perfil de su rostro. —Llevo unas semanas de promoción de la novela en las cuales casi no te he visto. Por eso se me ocurrió esta locura. Laura, llamó a tu editora para cerrar el acuerdo. Le pedí expresamente que fueras tú —le confesó mientras el semblante de su cara se tornaba en el de una niña traviesa. Se mordió un dedo mientras sus ojos chispeaban de emoción.
—No has sido la única. Yo he tenido unos días frenéticos. Creo que ha sido lo mejor que has podido hacer —le confesó mientras ahora era él quien tomaba su rostro entre sus manos y la besaba.— Soy muy afortunado por tenerte a mi lado.
Sandra se dejó arrastrar por el mar de caricias que las manos de Sebastian comenzaron a regalarle al tiempo que la besaba.
—Tranquila, no revelaré nuestro pequeño secreto a nadie. No voy a contarle a nadie como eres en realidad. Ni lo que sientes cuando te acaricio, o cuando te beso. Eso sólo lo sabré yo. De todas formas, aunque lo hiciera, no me creerían.


—Reconozco que esta entrevista es muy original. Pero, ¿en verdad te contó estas cosas? —le preguntó Lucía mirándolo con cara de incredulidad mientras sostenía un par de folios en alto.
—Ahí está todo.  
Lucía pareció convencida después de todo. Sebastian trataba de no sonreír en esos momentos mientras recordaba como Sandra y él había preparado la entrevista mientras desayunaban esa mañana.         
           
—No, quita esa pregunta. ¿A quien le interesa si canto en la ducha? —le preguntó mirándolo como si fuera a matarlo.
—Admite que en el alguna que otra ocasión, te he sorprendido con el bote del champú por micrófono…
Sandra puso los ojos en blanco mientras no podía dejar de reír al recordar esa escena.
—¿Supersticiosa? No soy supersticiosa.
—Y, ¿qué me dices de salir de cama por las mañanas con el pie derecho?
—Es que es justo el primero que toca el suelo desde mi lado de la cama —le respondió encogiéndose de hombros.
—Como quieras… ¿Y lo de que te regalo lencería? —le preguntó mientras ella ponía los ojos en blanco.


Sebastian volvió a prestar atención a Lucía cuando hubo terminado de leer la entrevista.
—Me parece perfecta para su publicación. Lo que no logro entender son dos cosas—dijo con gesto serio y lleno de curiosidad mientras miraba fijamente a Sebastian.
—¿Cuáles son?
—¿Por qué pidió que fueras tú quien le hiciera la entrevista?
—No tengo ni idea —respondió encogiéndose se hombros.
—¿Y por qué ha sido a ti a quien le ha contado estas cosas?
—Tal vez le haya caído bien.
Lucía asintió complacida.
—Lástima que no te atrevieras a sacarle algo más de su vida amorosa. Hubieras redondeado el trabajo si hubieras conseguido saber si tiene pareja, está casada…
—En ese terreno se mostró bastante reticente.
—Sí claro. Buen trabajo Sebastian —le dijo mientras él sonreía complacido y salía del despacho.

—¿Quedó complacida? —le preguntó esa noche Sandra mientras se sentaba junto a Sebastian en el sofá.
—Como te lo cuento. Lo único que le faltó fue saber quien ocupa el corazón de la mujer que hay tras la escritora.
Sandra sonrió divertida mientras se sentaba sobre Sebastian de manera atrevida, hacía un mohín con sus labios y entrecerraba sus ojos.
—Apuesto a que tú sí lo sabes.
Sebastian la atrajo hacia ella.
—¿Y tú? ¿Sabes quien ocupa el mío?
—Creo saberlo y además en estos momentos está demasiado ocupada —le confesó antes de besarlo y perderse una vez más entre sus brazos.

6 comentarios:

  1. Hola Kike, muy bueno el relato. besos

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  2. Hola, Kike, un relato excelente, felicidades; ahora pasaré a leer la revista.

    Besos.

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  3. Fenomenal relato, eres un artista de las letras amigo Kike.
    Echaré un ojo de paso a la revista.

    Saludos.

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  4. Hola Ludymila, gracias por pasarte. Me alegro que te haya gustado. Besos

    Hola Claudia gracias por tus palabras, siempre son muy bien recibidas. Besos

    Hola Eldany, gracias por pasarte, jajjajaja un artista? bueno digamos que disfruto mucho con lo que hago. Saludos
    Hola

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  5. Un relato estupendo, Kike. Me lo he pasado muy bien leyendo.

    Un beso.

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  6. Un relato estupendo. ¿Es que esta de moda el nombre de Sebastian? He entrado a tres blogs hoy que dicen este nombre, o en un relato, o contestando a preguntas sobre nombres favoritos jejeje. Un besazo.

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