Os dejo un adelanto de Provócame con tu sonrisa. Espero que os guste.
Prólogo
Se
encontraba frente a la puerta del despacho del profesor Hernández mientras
trataba de asimilar como exponerle la cuestión. Eran las nueve de la mañana de
un viernes caluroso de comienzos de
Julio, y en los pasillos del Departamento de Filología inglesa, apenas si había
estudiantes. Miró su reloj una vez más como si quisiera asegurarse que
había entendido bien la hora de la
reunión, ya que pasaban ya diez minutos de la hora acordada por ambos. Así que
cruzó sus dedos deseando que al profesor Hernández no se le hubiera olvidado.
La verdad, estar un viernes a primera hora allí de pie frente al despacho
esperando… La noche había sido larga pese a saber que debía madrugar al día
siguiente. Pero como renunciar a una fiesta en un local de moda un jueves por
la noche. En ese momento escuchó pasos acercándose. Giró su rostro para
encontrarse con el profesor Hernández, quien se dirigía hacia él.
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-Hombre, ¿qué tal? ¿Cómo va eso? –fue lo
primero que le dijo mientras le palmeaba la espalda con cordialidad.
-Bien –fue lo único que salió de su boca.
La verdad es que el profesor Hernández era todo un tipo. No era el típico
profesor estirado que suele mirarte por encima del hombro. Era todo lo
contrario. Afable, cercano y siempre dispuesto a echarte una mano.
Abrió la puerta de su despacho
indicándole que pasara y se sentara.
-Disculpa el desorden –le dijo mientras
colocaba los libros, portafolios y exámenes, que tenía apilados sobre ésta. Una
vez que estuvo acomodado lo miró fijamente a través de sus gafas al tiempo que
entrelazaba sus manos.- He leído tu propuesta de tesis, y me parece bastante
acertada. Lo cierto es que sobre Scott se ha investigado mucho, y se ha
publicado demasiado. Pero tal vez no en el campo de la Historia de Escocia. Por
eso te digo que me parece acertado. Dime una cosa, ¿cuántas obras pretendes
analizar?
-Me alegra saberlo –dijo esbozando una
tímida sonrisa y sintiéndose un poco mejor en su interior.- Había considerado
aquellas que abarcan los períodos más relevantes. Las de las rebeliones
Jacobitas. Entre cinco o seis obras.
-Me parece acertado. No queremos hacer un
compendio histórico con todas sus obras. Elige bien aquellas que quieres
estudiar –le dijo mirándolo seriamente. Luego se quedó pensativo hasta que
volvió a dirigirse a él.- Dime, ¿has estado en Escocia alguna vez?
-No.
-Pues lo mejor que puedes hacer es
marcharte allí una temporada –fue lo primero que le aconsejó mientras Javier ya
se hacía sus cábalas sobre el viaje, el dinero, o el alojamiento.- Te lo digo porque
es donde mejor puedes informarte sobre Walter Scott y la Historia de Escocia en
sus novelas. Date una vuelta por el campus, habla con profesores, infórmate
sobre el club de Scott en Edimburgo. Es mi consejo.
-Es bueno saberlo.
- Con lo que planteas necesitarás
dedicarle mucho tiempo a buscar información y a contrastarla. Y aquí en España
lo poco que encuentres estará traducido. Lo mejor en este caso es ir a la
fuente. Por eso te remito a Edimburgo. Y una vez que tengas un borrador de la
tesis puedes enviármelo para que vaya echándole un vistazo.
Javier se quedó callado. Incapaz de decir
nada, ya que la propuesta de viajar a Edimburgo no entraba en principio en sus
planes. Era cierto que le atraía Escocia
y que tal vez eso fuera lo que le había impulsado a decantarse por Walter Scott
y su obra. Pero no se había parado a pensar que finalmente tuviera que hacer
ese viaje.
Se despidió del profesor hasta nuevo
aviso y comenzó a trazar las líneas generales de su traslado a Edimburgo. No
tenía una beca de investigación. Ni conocía allí a nadie. De manera que era una
auténtica aventura. Pero por otra parte podría ser de lo más emocionante.
Cuando lo contara en casa no se lo creerían. Pero estaba decidido a marcharse y
a buscarse la vida en el país del tartán, del kilt, las gaitas, las Highlands y
el lago Ness. Sólo el destino sabía que le deparaba.
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Edimburgo.
Dos meses después.
La
hora de más jaleo en la taberna se acercaba. Eran casi las siete de la tarde,
cuando todo el mundo en Edimburgo había abandonado las oficinas, y se disponía
a disfrutar de una pinta de buena cerveza escocesa. Como cada tarde Javier acababa
de llegar para situarse detrás de la barra hasta bien entrada la noche.
-¿Qué tal has pasado la mañana? –le
preguntó su compañero Ian nada más verlo.
-Como todas, amigo. Entre libros de
Historia, manuales sobre la obra de Scott, artículos, notas… Puedes hacerte una
idea –le respondió encogiéndose de hombros.- Espero poderme distraer un poco
esta noche. Será algo movidita ¿no?
-Seguro que lo está. Es viernes, y ya
sabes… Son muchos los que mañana no trabajan y esta noche salen a divertirse.
-Pues en ese caso nos prepararemos para
pasarlo bien.
Javier se dirigió al cuarto donde se
cambiaba. Se ponía una camiseta de manga corta en color verde con el logo y el
nombre de la taberna: The Kilt en un
claro homenaje a la falda que usaban los escoceses. Llevaba poco más de dos
meses en Edimburgo y ya había conseguido un empleo a media jornada en una
taberna de la parte antigua de la ciudad, la Old Town. Lo compaginaba con
sus horas de investigación para su tesis. Con lo que ganaba podía pagarse una
habitación en una residencia de estudiantes cerca del campus. Además, le caía
muy cerca de la biblioteca, donde pasaba la mayor parte de la mañana. Su tesis
avanzaba despacio. Tal vez incluso más de lo que él esperaba. Confiaba en tener
una especie de borrador para las Navidades. Pero si era sincero… no creía que
llegara.
Regresó a la barra mientras se ataba el
mandil de color blanco y la puerta se abría comenzando a dejar pasar a los primeros
clientes. Un grupo de cuatro chicas, que se sentaron en una mesa. A
continuación un grupo de chicos que se quedaron en la barra.
-¿Cuál prefieres? –le preguntó Ian
mirando a Javier en clara alusión a los dos grupos que acababan de entrar.
-Déjale las chicas –sugirió Roy, un
típico escocés pelirrojo apareciendo por detrás de Javier. – Son muy guapas y
parecen con ganas de divertirse. A ver si se echa una amiga que no sea una
reina de Escocia, o una jacobita declarada –le dijo en clara alusión a los personajes históricos femeninos de su
país.
-En ese caso…-le dijo alzando las manos
en alto y señalando con ambas la mesa de las chicas.
Javier sonrió burlón mientras sus dos
compañeros de trabajo se reían al verlo avanzar hacia la mesa.
-Creo que te has pasado –le dijo Ian.
-No, nada más lejos de la realidad.
Míralo, lleva casi dos meses en Edimburgo y sólo piensa en su tesis. Debería
divertirse algo más, ¿no crees? –le preguntó guiñándole un ojo y haciendo un
gesto hacia las chicas.
-¿Y tú crees que sirviendo a ese grupo lo
conseguirá? –le preguntó escéptico Ian.
-No lo sé. Dependerá de la fortuna –le
respondió encogiéndose de hombros.
Javier se acercó con paso algo dubitativo
hacia la mesa de las chicas. Al verlo aparecer todas le prestaron su atención,
lo cual pareció cortarlo un poco. Para no parecerlo extrajo su bloc del
bolsillo trasero de su pantalón dispuesto a tomarles nota, mientras escuchaba
sus risas.
-A ver chicas comportaros un poco. Tenemos
al pobre muchacho aquí esperando –dijo la que tenía el pelo castaño, y que
ahora lo miraba intrigada.
-Creo que deberíamos empezar pidiendo
cuatro pintas de cerveza, ¿no? –sugirió otra de las chicas. Una con la tez
blanca y los ojos oscuros como la noche.
-¿Empezar? ¿Habéis escuchado a Fiona?
Dice para empezar –comentó la chica de pelo cobrizo y cortos con las puntas
hacia fuera otorgándole un aspecto claramente desenfadado, y fingiendo estar
escandalizada mientras miraba al resto del grupo.
-Vamos, Eileen, es viernes. Mañana no
trabajamos.
-Lo siento pero yo mañana he de ir a la
facultad –les recordó de manera seria.
-Bueno,
pero imagino que no madrugarás, ¿no? Además, no pasa nada si bebemos un poco.
Lo más que nos puede suceder es que acabemos durmiendo cada una en nuestra
propia cama –resumió la mencionada Fiona con cara de disgusto.
Javier permanecía expectante escuchando
la conversación de las cuatro chicas, quienes por otra parte no parecían ponerse
de acuerdo a la hora de pedir.
-Si queréis… puedo volver en…- dijo
haciendo ademán de marcharse hasta que sintió la mano de una de ella
reteniéndolo.
-No, no hace falta que marches –le dijo
regalándole una sonrisa divertida mientras las otras tres la miraban con toda
intención. En ese instante, tenía al camarero agarrado por la muñeca impidiéndole
moverse de su lado.
Javier sonreía sin saber exactamente qué
hacer. Lanzó una mirada por encima de su hombro hacia la barra donde Ian y Roy
se partían de risa al verlo allí prisionero de cuatro atractivas mujeres. Su mirada
recorría sus rostros hasta que sintió un par de ojos claros fijos en él. La
dueña sonrió de forma tímida mientras su rostro enrojecía, y disimulaba dándole
a entender que la había pillado mirándolo como una cría. Javier sonrió a su vez
y volvió a centrarse en las deliberaciones del grupo.
-Chicas decidiros de una vez y no lo
hagáis esperar más –insistió Fiona pasando su mirada de sus amigas hasta Javier
con un gesto que le intentaba hacer ver lo cansinas que eran.
-No, tranquilas. Podéis tomaros vuestro
tiempo.
-Venga trae cuatro pintas de Velvet –le
dijo finalmente Fiona, quien ahora lo sujetaba por la muñeca y cuya mirada iba
y venia de él a sus amigas.
-Perfecto. Gracias.
-A ti –le dijo con un toque no exento de
curiosidad al verlo marcharse. Se quedó mirándolo fijamente con total descaro
mientras sus amigas reían.
-Eh, Catriona, qué estamos aquí –le dijo
Fiona agitando sus manos delante de sus propias narices.
-Ya lo sé. Hemos venido juntas –le dijo
con toda naturalidad mientras la miraba con sorpresa.
-Lo digo por tu interés en el chico.
-La verdad es que es mono. ¿Tú que dices
Eileen? No le has quitado ojo.
-No está mal –respondió mientras pensaba
en como sus miradas se habían cruzado de manera casual. Mentira, lo has estado
mirando detenidamente mientras estaba allí de pie aguardando a que os
decidierais. No te había venido nada mal esa espera.
-¡¿Cómo que no le has quitado ojo?!
–preguntó Moira mientras fingía estar escandalizada por el comportamiento de su
amiga.
-Vamos, vamos sólo lo estaba mirando ahí
de pie. El pobre estaba esperando pacientemente a que nos decidiéramos ¿no? No
tengo poderes para ver a través de su cuerpo.
-Chicas, chicas ahí vuelve. Comportaros
–apuntó Fiona al verlo regresar con las cuatro pintas sobre una bandeja.
Eileen trató de no centrar su atención en
él, pero le parecía algo complicado. La camiseta le marcaba cada uno de sus
músculos cada vez que se movía. Desvió por un instante la mirada presa de un
ataque de risa, bajo la atenta mirada de Fiona. Javier dejó las pintas sobre la
mesa tratando de no percatarse de las risitas de las chicas. Por segunda vez
sus miradas se cruzaron, y ahora Javier sonrió divertido por esta coincidencia.
-Doce libras
Las chicas hicieron acto de sacar el
dinero de sus bolsos, pero Eileen las detuvo.
-Quietas, quietas. Esta ronda la pago yo
–dijo con total seguridad mientras le entregaba un billete de veinte libras a
Javier. No apartó su mirada de la de él en todo momento. Como si quisiera
comprobar que no era fruto de su imaginación, el hecho de que él también lo
hubiera hecho. Javier sintió los dedos de ella rozar los suyos propios mientras
le entregaba el dinero. Un leve roce. Una furtiva caricia que provocó que
él volviera su atención a ella.
-Disculpa. No he cogido cambio. Vuelvo en
un momento.
Cuando
se hubo marchado todas se quedaron mirando fijamente a su amiga, quien por su
parte no apartaba su mirada de Javier y una sonrisa de felicidad se dibujaba en
su rostro.
-Venga Eileen, se te nota un montón que
el chico te gusta –le dijo Catriona
captando su atención.
-¿Otra vez? Pero mira que sois cansinas
–les dijo con un toque de fastidio en su voz al tiempo que ponía sus ojos en
blanco.- Anda vamos a brindar.
-Debería echarte las cartas –sugirió
Moira.
-¿Lo dices en serio? –le preguntó una
incrédula Eileen, mientras la miraba perpleja por lo que acababa de decirle.
-Sólo por ver si ese chico, del que no
sabemos su nombre, se cruzará en tu destino –puntualizó mirando a su amiga de
manera sería.
-Eso lo arreglamos en cuanto vuelva –dijo
Catriona con malicia en su voz y su mirada.
-¿No se te ocurrirá? –le preguntó Eileen
temiendo a su amiga.
-¿Qué hay de malo en saber como se llama?
Además, no parece ser de aquí. ¿Os habéis fijado en sus cabellos negros y sus
ojos grises? –les preguntó mientras entrecerraba los suyos y pensaba en la
procedencia de él.
-Debe ser del sur de Europa –señaló
Moira.
-Venga, adelante. Emplea tus poderes
brujeriles –bromeó Fiona mientras movía sus dedos frente a ella como si
estuviera ejecutando un hechizo.
Durante unos segundos el silencio se
adueñó de la mesa, y ninguna de las cuatro chicas abrió la boca para decir
nada.
-Anda vamos a brindar –dijo finalmente
Fiona cogiendo su pinta en la mano para alzarla.
-Sí, venga.
-Vamos allá.
-Para que esta noche sea irrepetible
–propuso Catriona.
Javier las observaba levantar en alto sus
vasos y brindar camino de la mesa. Sonrió una vez más mientras se acercaba a
ellas para entregarle el cambio a
Eileen. Esta vez no lo miró de manera directa, ya que intuía que sus tres amigas
se centrarían en ella. No quería pasar un mal trago. ¡Por favor! ¡Qué vergüenza!
¿Qué pensaría de ella?
Javier iba a marcharse cuando sintió como
la mano de Fiona volvía a retenerlo.
-Perdona que te haga una pregunta – le
dijo captando toda su atención.- ¿Tú no eres de aquí verdad? Me refiero a que
no eres escocés –le aclaró mientras lo miraba con los ojos entrecerrados.
-No, claro –respondió con una
arrebatadora sonrisa que cautivó a Eileen una vez más. ¡Por San Andrés, que le
gustaba verlo sonreír de aquella manera! Pero ¿qué estaba haciendo? ¿Estaba
fijándose en él? ¿Acaso estaba interesada en conocerlo? ¿Qué esperaba? Bueno
estaba libre, así que podía hacer lo que le apeteciera en esos momentos. Como
si quería ligar con un camarero extranjero.
-¿Y de dónde eres? –le preguntó Moira
captando su atención.
-Soy de España.
-¡España! -exclamó Catriona entusiasmada.
-¿Y qué haces trabajando en una taberna
en Edimburgo? No, no me lo digas. Espera –le pidió Moira mientras lo miraba
fijamente escrutando su rostro.- Has venido para mejorar tu inglés.
-Sí, en parte –corroboró Javier mientras
entornaba la mirada hacia la muchacha.
-Eso no vale –dijo Catriona
interrumpiendo.- Todo aquel que viaja a un país es para aprender su idioma, su
cultura. No le hagas caso. Piensa que es medio bruja.
Javier sonrió por los comentarios de las
chicas. Lo cierto es que la noche había comenzado de manera divertida. Escuchó
que lo llamaban a su espalda y se volvió.
-Me gustaría seguir charlando con
vosotras, pero debo seguir atendiendo las mesas –les dijo disculpándose
mientras su mirada percibía el brillo de unos ojos llenos de curiosidad hacia
su persona. Sonrió por unos segundos con toda intención. Eileen se ruborizó
mientras correspondía a su sonrisa.
-Claro, lo entendemos. Eileen te buscará
si necesitamos otra ronda –propuso Fiona mientras la señalaba y ésta casi se
atraganta con la cerveza. Pero, dinos ¿cómo te llamas?
-Javier –respondió con una sonrisa franca
al tiempo que sacudía la cabeza sin entender muy bien el juego que se traían
entre las cuatro. Se alejó para seguir sirviendo a las demás mesas dejando al
grupo hablando y riendo.
-¿Puedes aclararme por qué le has dicho
mi nombre? –le preguntó a Fiona mientras lanzaba fugaces miradas a Javier al
tiempo que éste desaparecía al fondo de la taberna.
-Porque así ya sabe como te llamas, y no
tiene que preguntártelo.
-No entiendo por qué puede interesarle
como me llamo –le espetó algo furiosa por lo que estaba pasando. ¿O era por
algo que ellas habían percibido, y que no quería reconocer?
Moira y Catriona rieron mientras alzaban
sus pintas para brindar de nuevo.
-Te aseguro que te ha estado mirando con
inusitado interés –apuntó Fiona con la pinta de cerveza en la mano y
señalándola con un dedo.
-Presiento que una de nosotras volverá
acompañada a casa –dijo Moira con voz solemne mientras miraba a Eileen.
-Pero, ¿de qué…?
-Vamos hemos visto el juego de miradas
que teníais. No irás a decirnos que no te gusta el chico. Y a juzgar por como
te miraba él…
-Yo diría que parecía estar interesado en
ti –dijo Catriona bajando la voz.
-Sois incorregibles –les dijo Eileen
simulando estar cabreada con ellas. Cogió su cerveza y le dio un trago largo
que calmara su estado de nervios, mientras los comentarios de sus tres amigas
revoloteaban en su mente.
-Oye,
¿qué tal con las chicas de la mesa de allí? Parecía que no querían soltarte –le
comentó Ian esbozando una sonrisa llena de complicidad mientras le colocaba dos
pintas más en su bandeja. Aguardó unos segundos a que Javier le contara algo.
-Quería saber como me llamaba, ya que no
tengo la típica imagen del escocés. Sólo eso.
-¿Cuál de las cuatro?
-La morena de ojos oscuros. Voy a servir
esto.
Se volvió hacia otra mesa en la que dejó
las pintas. Trató de apartar de su mente a… ¿cómo había dicho su amiga que se
llamaba? Se preguntó haciendo esfuerzos por recordarle.
-Eileen –murmuró casi sin darse cuenta.
Como si estuviera pensando en voz alta.
Le
parecía extraño pero cada vez que podía levantaba la mirada en su dirección.
Incluso cuando la taberna comenzó a estar llena de gente. La buscaba de manera inconsciente. Al darse
cuenta de lo que estaba haciendo, sonrió sacudiendo su cabeza, alejando la
estúpida idea de liarse con ella. Eso era más propio de Ian. No, nada de líos. ¡Estaba
en Edimburgo para realizar su tesis! No para ligues, ni relaciones esporádicas
que no podían llevar a buen puerto. Pero el hecho de querer saber si ella lo
estaba mirando era más fuerte que sus intenciones por olvidarla.
Las
cuatro amigas pronto se vieron rodeadas por compañía masculina. Lo cierto es
que llamaban la atención verlas allí sentadas a las cuatro. Y más de uno de los
que entraba en la taberna no podía evitar mirarlas.
-Deberíamos pedirle a Javier otra ronda.
Pero no logro verlo –dijo Fiona levantándose de su silla.- Allí. Ya lo vi.
Venga Eileen. Te toca.
Se quedó clavada en su silla mientras
escuchaba a Fiona. ¿Quería que fuera en busca de Javier para pedirle otra
ronda? No era eso en verdad lo que andaba buscando. No, señor. Fiona quería que
fuera a verlo, a charlar con él. Eso era lo que quería. En cierto modo se había
medio olvidado de él. Aunque la curiosidad le picaba. Quería ver la expresión
de su rostro si volvía a verla. ¿La miraría como las otras veces? Un incesante
hormigueo comenzó a ascender desde las plantas de sus pies. Sintió las palmas
de sus manos húmedas.
-¿Qué pasa? –preguntó Catriona mirándola
fijamente.- Si te da apuro voy yo y…
-No, no. Ahora mismo voy –dijo
incorporándose de su silla con determinación. Pero al mismo tiempo que lo hacía
sentía un leve temblor de piernas, y como la mesa parecía moverse.
-Eh, ten cuidado. No sabía que Javier te
pusiera tan nerviosa –le dijo Fiona guiñándole un ojo.
Eileen se limitó a sonreír pero sin decir
ni una sola palabra. Caminó entre los clientes tratando de apartar a unos y a
otros.
-Perdón. Disculpa. Ups, lo siento.
La
taberna estaba en su momento de mayor apogeo. Pero sabía que duraría poco. La
gente no solía retirarse muy tarde.
Sentía como si estuviera impaciente por encontrarlo. Tuvo que alzarse de
puntillas y por fin lo vio al fondo de la barra recogiendo dos pintas para
servir. Estaba cerca de él cuando le apreció que alguien la empujaba sin querer
hacia él.
Javier se volvió en el momento en que alguien
se precipitaba sobre él derramando parte de la cerveza sobre su camiseta, empapándola
y corriendo a velocidad vertiginosa hacia sus pantalones. No la había visto
llegar. Bueno sería mejor decir embestirlo. Alguien se había echado
literalmente encima de él. Dejó la bandeja con el resto de ambas pintas sobre
la barra, y se apresuró a ayudar a aquella persona. Escuchó una protesta por su parte y después un “lo siento”.
-¿Te encuentras bien? ¿Te has hecho daño?
–le preguntó esperando escucharla decir que todo estaba bien.
Pero
no obtuvo respuesta alguna. Tan sólo un leve gruñido de protesta. Javier fijó
entonces su mirada en aquel amasijo de cabellos cobrizos algo revueltos. Sintió
unos brazos que se aferraban a él como si se tratara de una tabla de salvación.
De repente una mirada cristalina con mezcla de sorpresa. Y por último unos
labios seductores entreabiertos tentándolo e intentando dibujar una sonrisa en
éstos.
Javier no podía dar crédito a quien
pertenecían aquellos brazos, que ahora lo rodeaban. Aquel cuerpo tan femenino que sostenía entre
los suyos. Sólo podía creer en como los
latidos de su corazón se aceleraban con cada segundo que ella lo miraba de
aquella manera.
¡Hola, Kike!
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo lo que he leído, me ha sabido a poco, te felicito, creo que es súper interesante y que este es obviamente, solo el inicio de todo lo que se viene.
Besos.
Hola Aglaia, gracias por tus palabras y me alegro que te haya gustado. Si quieres saber más de la novela estáte atenta al día de hoy.
ResponderEliminarUn beso