5 oct 2012

La coartada perfecta

Mientras sigo metido en la composición de mi siguiente novela con mi otro yo, he hecho un alto para escribir un nuevo relato, que os dejo. Ciao, feliz fin de semana que ya es viernes!  :) Publciado en el número 29 de la revista Narrativas http://carlosmanzano.net/narrativas/sumario29.htm



Abandonó la cama cuando las primeras luces de la mañana comenzaban a filtrarse por la ventana. Pese a la poca claridad que había en la habitación sabía como moverse por ésta. No le era desconocida del todo, aunque había transcurrido algún tiempo desde la última vez que durmió en ella. Caminaba sobre la alfombra, que cubría parte del suelo de parquet, tratando siempre de no hacer ruido. Lanzó una mirada hacia la cama y permaneció sin apartar su mirada de ésta. Pensó en lo sucedido la noche anterior al tiempo que sonreía burlón y se pasaba la mano por el rostro tratando de aclararse. Pero cuanto más lo intentaba, más confundido estaba. Se llevaba haciendo la misma pregunta desde el mismo instante en que sonó su teléfono. ¿Por qué lo había llamado después de tanto tiempo sin verse? Desapareció como el humo, sin dejar ningún rastro. Durante dos años no había vuelto a saber de ella. Al principio le pareció extraño, e incluso se sintió molesto porque no se hubiera despedido de él. Pero dicen que el tiempo lo cura todo, a y a fe que la herida que le había dejado, ya había cicatrizado. Aunque eso estaba olvidado, no dejaba de sorprenderle su llamada, su cita, y sus deseos de verlo. Algo que él había agradecido. Pero, ¿qué la había impulsado a tomar esa decisión? Con esa pregunta revoloteando en su mente, la siguió contemplando mientras sus cabellos rojizos se esparcían sobre la almohada como filamentos de cobre. La sábana se había deslizado más de lo normal rebelando toda su espalda, por la que ahora su mirada descendía  hasta esa parte de la anatomía donde perdía su nombre. Cerró los ojos mientras los recuerdos de la pasión inundaban su mente como si de un río desbordado se tratara llevándose consigo cualquier resquicio de cordura por su parte. Pero no había podido retenerse. No había podido resistirse a ella, y había acabado sucumbiendo a sus encantos. No en vano se conocían perfectamente desde hacía algún tiempo. Bastante aseguraría él si se lo preguntaran. Pero aquella noche había sido diferente a otras veces que él recordaba. Su manera de flirtear con él desde el mismo instante en que quedaron. Sus continuas alusiones al pasado que compartieron… como si el hecho de evocarlo con tanta insistencia quisiera decirle algo. Su pasión desmedida cuando llegaron al dormitorio… En cualquier caso, él no la había puesto objeciones ya que sus deseos por verla una vez más eran superiores a su juicio. Caminó hasta rodear la cama para poder contemplar su rostro mientras dormía. Sus pestañas largas, su nariz fina y delicada, sus labios sin ningún toque de color en éstos provocándole. Siempre le había parecido una mujer muy atractiva incluso sin ningún toque de maquillaje sobre la piel de su rostro. Sintió deseos de inclinarse sobre su espalda y volverla a recorrer con sus labios como la noche pasada. Perderse en la suavidad y la calidez de su piel, en su embriagador aroma. Recorrer sus piernas mientras ella permanecía sentada sobre él en mitad de un vertiginoso movimiento sensual. Y sus manos enmarcaban su rostro como si temiera que fuera a desaparecer para después devorar sus labios con una exquisita mezcla de pasión y ternura jamás antes experimentada junto a ella. Verla tumbada sobre la cama despertó sus deseos más inquietantes, y hubo de hacer verdaderos esfuerzos para no amarla una vez más allí en ese preciso instante. Se incorporó y comenzó a buscar su chaqueta de piel. La ropa aparecía esparcida por el suelo fruto del desenfreno de la noche anterior. Pareciera que hubieran estado aguardando aquel instante con paciencia, y una vez llegado éste devorarse de manera insaciable el uno al otro. Comprobó que no se dejaba nada y procedió a abandonar la habitación. Se marcharía de allí porque entendía que prolongar su estancia no sería bueno al fin y al cabo. Además, quería comprobar hasta que punto ella volvía a estar interesada por él si ese fuera el caso de su rencuentro. Por su parte él se hacía la misma pregunta: ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar por ella en esta ocasión? No pudo evitar inclinarse y dejar un beso de despedida en su frente. Pareció que ella se movía en sueños a juzgar por la dirección que había llevado la sábana. Salió del dormitorio antes de que fuera demasiado tarde.

Sabía que acabaría por marcharse sin decirle nada. Que no la despertaría en caso de que ella estuviera durmiendo. Pero ella no lo hacía, sino que fingía. Por este motivo había sentido todos sus movimientos por el dormitorio. Durante esos momentos pensaba en él, aunque sus pensamientos no eran nada acertados en ese momento. No con él allí. Le había gustado volverlo a ver, sentir su mirada sobre ella, sus caricias, sus besos, su cuerpo debajo del suyo… Pero, ahora que lo pensaba fríamente, sabía que no debería haberlo hecho. Que no debería haberlo si quiera pensado. Ni mucho menos habérselo insinuado después del tiempo compartido. En cierto modo se trataba de un sentimiento egoísta por su parte. Pero no tenía a quien acudir, y sabía que él no la rechazaría en cuanto la mirara a los ojos. No podría. Escuchó como se cerraba la puerta del apartamento y entonces la almohada se empapó con sus lágrimas. El sentimiento de culpa se apoderó de su pecho. Y la traición se instaló en su corazón.
Lo encontró como de costumbre en su café favorito a media mañana mientras disfrutaba de la lectura. Sabía donde paraba cada día a esa hora. Él era un animal de costumbres y en raras ocasiones solía cambiarlas. Sólo cuando trabajaba, y ahora no era el caso pues llevaba meses fuera del servicio. Por ese motivo lo buscaba. De manera que abrió la puerta del café y se dirigió hacia la mesita del fondo con paso firme al tiempo que pedía un café al camarero, y le indicaba que se lo llevara a la mesa. Allí estaba sentado como de costumbre, con sus cabellos desaliñados, su barba de varios días, sus gafas con montura al aire. Ese aire de intelectual despreocupado por todo lo que sucedía a su alrededor salvo por sus lecturas. No esperó a que le concediera permiso para sentarse, con él no hacía falta esas formalidades. Cuando lo hizo ni siquiera se dignó en levantar su mirada de las páginas de su novela, como si en verdad su presencia careciera de importancia. Seguía actuando como si él no estuviera allí, sentado frente a él mirándolo como si fuera una pieza de colección. En ese instante el camarero llegó con su café.

-Necesito que vuelvas –fueron las primeras palabras que pronunció mientras extraía del interior de su abrigo un sobre de color manila que arrojaba sobre la mesa. Luego vertió el contenido del azucarillo en su café y lo removió aguardando pacientemente a que él actuara.
Por un leve instante se dignó en levantar la mirada de su lectura y a pasearla desde el sobre hasta el rostro de su visita., pero sin mediar palabra. Ni mover un solo músculo de su rostro, ni de su cuerpo. Daba la impresión que no le importara lo que tuviera que decirle. En vista de su comportamiento el misterioso visitante insistió pronunciando una sola palabra.

-Zarina.
Como si de una especie de encantamiento se tratara el hombre cerró el libro produciendo un sonido sordo para dejarlo sobre la mesa mientras miraba el sobre con detenimiento.

-Parece que ese nombre ha captado por completo tu atención –le dijo con ironía el hombre esbozando una sonrisa irónica.
-¿Qué quieres Stuart? ¿Y a qué ha venido ese nombre después de tanto tiempo? –le preguntó con desgana mientras removía su café.

-¿No te has enterado de su último golpe? –le preguntó el tal Stuart mirándolo con extrañeza. Aunque por otra parte tampoco parecía incomodarle, ya que estaba fuera de juego.
-No me interesa lo más mínimo todo lo que tenga que ver con ella. Ya lo sabes –le respondió de manera resuelta antes de beber un poco de café.- Ah, y por cierto, en respuesta a tu sugerencia, no pienso volver –le aclaró mostrando una sonrisa en la que dejaba entrever sus dientes blancos.

El tal Stuart chasqueó la lengua como si estuviera decepcionado, aunque era consciente que al final él acabaría aceptando su propuesta. Tenía algo con lo que él no contaba.

-¿Estás seguro? –le preguntó Stuart empleando un tono que se acercaba a una especie de amenaza.

-Cuando lo dejé lo hice para no volver. Quedamos en eso, ¿no? –le recordó como si Stuart lo hubiera olvidado.

-Te daré otro nombre.
-¿Qué es esto? ¿Alguna clase de juego? Puedes darme todos los nombres que quieras. No cambiaré de opinión. Así de simple. No hay nada que me haga volver. Ni siquiera la propia Zarina.
Stuart sonrió de manera zorruna mientras preparaba su segunda bala.

-Jelena –pronunció con cuidado, paladeando cada una de las sílabas de aquel nombre que sabía que produciría cierta reacción en él.

El simple hecho de escucharlo hizo que se quedara quieto, mientras la sonrisa, que momentos antes se había dibujado en su rostro, desaparecía al instante dejando paso a un rictus más serio. Apretó las mandíbulas debido a la tensión que se había apoderado de él en el preciso instante que le dijo ese nombre. Su mirada se tornó fría y amenazante mientras la dejaba fija en Stuart. Éste parecía complacido por su reacción. Sabía que no sería indiferente en cuanto pronunciara ese nombre. Y a fe que así había sido. Había logrado captar su atención por completo.

-¿Qué sucede con ella? –le preguntó con cautela mientras entornaba su mirada y estudiaba con detenimiento el rictus de su rostro. No le gustaba que el nombre de ella apareciera en esa conversación. Y Stuart tenía que saberlo.

- Vaya, parece que el mero hecho de pronunciar su nombre ha surtido un efecto inesperado en ti, Travis. Presiento que a partir de este momento me vas a prestar una mayor atención –le dijo con un toque irónico mientras sus cejas formaba un arco reflejando claramente su expectación.

-¿Qué pasa con Jelena? –le preguntó mostrando un tono de urgencia por querer saber qué era lo que sucedía.

-Por tu tono denoto que te importa.

- Ella y lo que pueda sucederle –le dijo con un claro tono de advertencia.
-Creía que ya lo habías superado –le comentó sonriendo cínicamente mientras observaba como Travis parecía dispuesto a saltar sobre él si seguía por ese camino.

Travis se quedó pensativo. ¿Superado? ¿Cómo se puede superar el dolor que alguien te deja cuando se marcha? ¿Cómo llenar ese vacío? El mismo que sentía desde que la dejó durmiendo en su apartamento.  

-Dime, ¿qué tiene que ver ella en todo esto? ¿Y para qué me buscas? –le preguntó con franqueza recelando en todo momento de Stuart.

-Deberías leer más los periódicos –le dijo cogiendo el del propio café para que Travis le echara un vistazo, aunque sólo fuera por encima.

Travis lo cogió y nada más tuvo que leer el titular de éste para comprender el motivo de la visita de Stuart. Lo dejó sobre la mesa mientras miraba a éste y se encogía de hombros haciéndose el desentendido.

-La zarina ha vuelto a golpear.
          
-Sé leer –le dijo irónico Travis mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho y recostaba su espalda contra la silla.

-Un cuadro por valor de un millón de libras ha sido substraído de la galería Windsor –le resumió sin entrar en más detalles de los necesarios.
-Una chica lista, si señor –dijo levantando el café en alto antes de beber de nuevo, como si hiciera una especie de brindis en su honor.

-Una ladrona –le corrigió Stuart molesto por el comentario de Travis, pero éste no pareció inmutarse.
-Necesitamos tu ayuda Travis –le dijo mirándolo fijamente con determinación.
-¿Insistes en ello? –le preguntó contrariado porque no pareciera haberle prestado atención.- No quiero volver. Lo dejé.

-Sí, cuando te diste cuenta que no eras capaz de atrapar a la Zarina. Por no mencionar que ni siquiera descubriste su identidad –le recordó con un toque irónico que a Travis no le gustó

-Te recuerdo que era un trabajo en equipo. De manera que si alguien la cagó aquí fuimos todos. Y en especial tú, como jefe de operaciones de Scotland Yard –le rebatió mofándose de él en esos momentos.
Stuart mudó el semblante de su rostro al escucharle decir aquello, pero no se arredró sino que siguió insistiendo.

-¿Y si te dijera que tenemos una sospechosa? –le preguntó despacio, midiendo las reacciones de Travis porque intuía que en seguida relacionaría las piezas del rompecabezas. Éste se quedó con el rictus serio, sin pestañear, sin mover si quiera un músculo pensando. Stuart sabía lo que pasaba en esos momentos por su cabeza, pero no sería él quien se lo dijera. Tan sólo se había limitado a insinuárselo. Le había suministrado las piezas una a una para que él las encajara: la Zarina, la galería Windsor, el robo de un cuadro de un millón de libras, y Jelena.
Travis inspiró hondo antes de pronunciarse ante aquella pregunta. En su mente había ido guardando los datos que Stuart le había ido facilitando. Muy ingenioso, pensó, pero sabía como funcionaba él. Y ahora encajando las piezas el resultado que Stuart insinuaba no era del agrado de Travis. Ni lo más mínimo. Y así se lo hizo saber.

-No juegues conmigo. Te lo advierto –le dijo con un tono frío mientras esgrimía un dedo señalándolo.

- Ni se te ocurra insinuar lo que estás pensando.
-Yo no insinúo ni pienso nada Travis. Me remito a las pruebas que tenemos. Nada más –dijo en un tono franco mientras levantaba las palmas de sus manos en señal de inocencia y luego señalaba con éstas el sobre que había dejado sobre la mesa al llegar.
Travis entrecerró los ojos dirigiendo su mirada primero a Stuart y luego al sobre. Lo contempló con recelo porque no sabía qué contendría, y viniendo de él podría ser cualquier cosa. Stuart insistió con su mirada para que lo cogiera y viera su contenido.

-Tranquilo. No muerde.
Lo cogió sin apartar la mirada de Stuart en ningún momento. Como si desconfiara de él. Como si estuviera esperando alguna jugada de la suyas. Abrió la solapa e introdujo la mano para extraer su contenido. Desvió la mirada del rostro de Stuart por unos segundos hasta el contenido del sobre, ahora en su mano. Se sobresaltó, frunció el ceño mientras el rictus de su rostro se contraía porque no entendía nada. Fotografías, documentos, y recortes de prensa. Miró a Stuart sintiendo que la ira crecía en su interior apartando la incomprensión experimentada en un primer momento al ver el rostro de Jelena.

-¿Qué coño significa esto? –le preguntó con un tono frío y cortante en su voz mientras devolvía el contenido al sobre y lo arrojaba furioso sobre la mesa.   
-¿Tú que crees?

-Si es lo que yo creo ya puedes tener una explicación convincente.
-Escucha, entiendo que te sientas sorprendido y cabreado al mismo tiempo por estas pruebas. Pero…

-¿Insinúas que Jelena…? –no pudo terminar de formular su pregunta ya que no concebía esa posibilidad. Era imposible lo que Stuart planteaba.
-Me remito a las pruebas.

-¿A cuáles A éstas? Estas no son nada. Papel mojado –le rebatió cogiéndolas en su mano y arrojándolas sobre la mesa.- ¿Crees que un par de fotografías y varios documentos de registros de sus cuentas bancarias sirven para algo? –le preguntó furioso con todo lo que estaba sucediendo. Sentía la necesidad de descargar la ira que se estaba apoderando de él por momentos.  
-Sé como te sientes, pero trata de ser objetivo Travis. Entiendo que tú y Jelena tuvisteis una relación en el pasado. Y que ella acabó marchándose de la ciudad y justo entonces la Zarina dejó de operar –trató de hacerle ver la coincidencia pero Travis la rechazaba sacudiendo su cabeza sin poder dar crédito a lo que Stuart le planteaba.

-¿Qué cojones tiene que ver que Jelena y yo tuviéramos una relación con que desapareciera al mismo tiempo que cesaron los robos de la Zarina? –le preguntó con una mezcla de incredulidad y enojo a partes iguales.
-Sólo me limito a exponer los hechos, Travis.

-Si Jelena fuera la Zarina, ¿no crees que me habría enterado durante los años que compartimos? Vivíamos juntos durante años Stuart. No esperarás que me lo crea ¿no? –le dijo sin salir de su asombro.
-¿Y cómo explicas que haya vuelto a la ciudad?

La pregunta lo cogió desprevenido. No la esperaba. ¿La había seguido? Si era sospechosa entonces no le cabía la menor duda de que habría seguido su pista en todo momento. Eso significaba… 
-Mira la fotografía en la que se la ve merodeando por el museo Windsor…

-¿Qué pasa, no puede pasear por los alrededores del museo? ¿Es algún tipo nuevo de delito? Venga Stuart –le dijo con voz cansada.
-Sabemos que entró en éste ayer por la mañana.

-Es marchante de arte y comisaria de exposiciones. ¿Lo olvidaste también?
Travis sacudía la cabeza tratando de que aquella conversación desapareciera de su mente. Que fuera un sueño, o más bien una pesadilla de la que quería despertarse. Era de locos pensar que Jelena fuera la ladrona de guante blanco más buscada de toda Europa.

-Sé que colecciona piezas de arte, por eso mismo. Es la tapadera perfecta para…
-¡Para nada! –le espetó Travis harto de las acusaciones contra ella mientras golpeaba la mesa y los clientes se quedaban mirándolo.

-¿La has visto? ¿Puedes asegurarme que ayer noche ella no estaba en el Windsord robando un cuadro de un millón de libras? –le preguntó bajando la voz hasta casi convertirla en un susurro para no llamar la atención de los clientes.
Travis sonrió irónico antes tal cuestión. Si la habían seguido como él pensaba que habían hecho, aquella pregunta era absurda en toda regla. ¿Qué pretendía Stuart? ¿Qué le confesara que había pasado la noche en su cama?

-Te estás equivocando de persona Stuart. Y lo sabes tan bien como yo.

-Entonces, demuéstramelo.
Travis permaneció en silencio durante unos segundos en los que los recuerdos del día anterior agolpaban su mente. Si él hablaba desmontaría la farsa de Stuart en un momento.

-Ella no ha robado el cuadro del museo Windsor ayer noche puedes estar seguro de lo que digo –le aseguró con franqueza mientras se quitaba las gafas y miraba a su compañero con determinación.
-¿Cómo puedes estar tan seguro? –le preguntó entornando la mirada hacia él.

-Porque la pasó conmigo –le respondió sabiendo que Stuart le pediría más detalles al respecto. No le valdría sólo con su palabra.

Stuart se quedó mirándolo fijamente mientras intentaba asimilar aquella información. Si era cierto lo que acababa de contarle entonces sus investigaciones habían vuelto a errar. Lo que Travis no sabía era que la habían estado siguiendo hasta que se percató de ello, y consiguió darles esquinazo. ¿Por qué? ¿Para gozar de una mayor intimidad junto a Travis?, se preguntó ahora que conocía como había pasado la tarde y la noche. Y en compañía de quien.
-¿Por qué pones esa cara? Pareciera que no te lo esperaras –le comentó mirando a Stuart también sorprendido por su gesto.- ¿No la seguíais?

Stuart resopló antes de responderle.
-Nos dio esquinazo.

Travis mudó el gesto en su rostro. Ahora mostraba perplejidad por aquella noticia. ¿Por qué les iba a dar esquinzado Jelena? ¿Acaso se había dado cuenta que la seguían? Pero, de ser cierto, ¿qué tiene que ocultar? La narración de Stuart lo estaba dejando más confundido y a la vez más intrigado por saber qué sucedería.
-Tal vez tus hombres la perdieron. Pero, ¿por qué os habría de dar esquinazo? –le preguntó sin comprender a donde quería llegar.

-Porque sabía que la seguíamos.
Un silencio incómodo se instaló en la mesa que compartían los dos hombres mientras cada uno escrutaba el rostro del otro tratando de averiguar, qué era lo que se le pasaba en ese preciso instante por la cabeza.

-Esto es absurdo –dijo finalmente Travis recostándose contra el respaldo de la silla al tiempo que sacudía su cabeza.
-No del todo. Jelena oculta algo. ¿Qué te dijo? Si puedes y quieres contármelo.

La mirada de Travis se quedó fija en un punto del vacío mientras en su mente se daban las más disparatadas y surrealistas situaciones. Pero debía admitir que la información de Stuart tenía algo de veraz. Algo extraño había en todo aquello. Tal vez no quisiera reconocerlo, ser objetivo porque en el fondo la seguía amando.
-Me llamó para decirme que estaba de vuelta en la ciudad por unos días. Pasamos juntos la tarde y la noche. Puedo darte detalles de los sitios en los que estuvimos… ya que sé que los comprobarás.

Stuart resopló sin poder dar crédito a aquellas palabras, pero ahora que miraba a Travis sabía que estaba siendo sincero con él. Si ellos habían seguido a Jelena por la ciudad, lo más lógico era que él también la hubiera visto.
-¿Sabes por cuántos días estará en la ciudad?

-No –le respondió con firmeza mientras Stuart arqueaba su ceja derecha como si recelara de su respuesta.- Ella no ha sido. Es imposible. Estuvo conmigo toda la noche –le reiteró en un claro intento por hacerle ver la verdad.
Stuart permaneció en silencio unos instantes mientras meditaba la situación.

-Está claro que ella tiene una coartada. Una coartada perfecta –recalcó sonriendo a Travis.- Pero si es cierto lo que cuentas…
-Lo es –le dijo sin esperar más explicaciones.

-Entonces, ¿quién ha robado el cuadro?

-Tal vez gente profesional, del Este de Europa –le dijo de pasada Travis mientras se encogía de hombros.- Pero te digo que a estas horas el cuadro ya está fuera de la ciudad, y me atrevería a decir que del país.
-No estés tan seguro. Hay controles en todas las salidas y entradas a la ciudad. Estaciones de trenes, de autobuses, aeropuertos, carreteras… No, el cuadro sigue aquí –le aseguró mientras lo miraba fijamente y señalaba la mesa con su dedo de forma reiterada.

-Es un encargo, y tú lo sabes. El comprador ya debe tener el cuadro. Esa gente no pierde el tiempo.
-Quiero que te pegues a Jelena y trates…

-¿Sigues pensando en ella? Joder, no me lo puedo creer Stuart –le dijo enfurecido con él.- Acabo de decirte que pasó la noche conmigo. Eso te desmonta tu acusación, tu cruzada por detenerla. Ella está limpia.
-Aun así, quiero que trates de averiguar que hace en la ciudad. Cuando se marcha, a quien va a ver…

-¿Pretendes que sea tu chivo expiatorio? –le preguntó abriendo los ojos al máximo mientras los deseos de golpearlo y derribarlo de la silla crecían en su interior como una tormenta.   

-Sólo te pido que me ayudes. Y creo recordarte que sigues en activo, aunque tú dijeras que lo dejabas. No tengo tu renuncia por escrito, ni entregaste la placa –le recordó furioso por el comportamiento de Travis.- Deja que te diga que entiendo que sigas enamorado de Jelena, pero ahora piensa, ¿y si ella fuera la Zarina? ¿Y si nunca la pillamos porque en el fondo conocía cada uno de nuestros movimientos precisamente porque era tu pareja? –le preguntó sembrando una duda razonable en la mente de Travis.
Se miraron con la tensión flotando en el ambiente. Ninguno de los dos parecía dispuesto a dar su brazo a torcer en aquel asunto.

-Sólo quiero que te acerques a ella e intentes averiguar si es ella o no. Nada más. Si estoy equivocado podrás regodearte por ello delante de todos. Pero si tengo razón...

-No la tienes Stuart –le interrumpió alzando un dedo para que se callara.- No la tienes. Nunca la has tenido y te lo voy a demostrar –le dijo mientras la furia se había adueñado de su mirada.

-Ojalá me equivoque.
Travis se levantó de la silla de golpe. Furioso con Stuart y con la mierda que le había contado.

-Estás invitado –le dijo mientras dejaba un billete sobre la mesa y lanzaba una última mirada furiosa a Stuart.

-Estaré en el Museo a las tres. Por si decides ir a echar un vistazo –le dijo mientras Travis caminaba hacia la puerta del café.

Caminó sin rumbo fijo mientras en su mente flotaba un solo comentario, una sola preocupación. ¿Era Jelena la Zarina? Se detuvo de repente como si aquella idea le impidiera avanzar. Sonrió de manera cínica y sacudió su cabeza al tiempo que su mirada permanecía perdida en un punto. La gente que se lo cruzaba lo miraba con gesto de sorpresa, o se chocaba con él y lo maldecía. Travis seguía imbuido en su mundo, en la preocupación que Stuart acababa de provocarle. Extrajo su cartera del interior de su chaqueta con un solo pensamiento. ¿Aún la guardaba? Cuando sus dedos la rozaron sintió la emoción de la situación. Sí, aún la conservaba. Una vieja foto de Jelena y él durante una fiesta. Sonrió al recordar lo borrachos que acabaron aquella noche, pero también lo bien que se habían divertido. Aquella noche celebraban su segundo aniversario de convivencia, y en ese momento jamás pudo pensar que ella se marcharía.  Ahora, pasaba el pulgar de su mano por el rostro achispado de Jelena y se preguntaba si ella era en verdad quien decía ser.
-¿Quedamos para comer?- La invitación lo cogió por sorpresa cuando escuchó su voz.

-Sí, por supuesto –fue su respuesta sin poder apartar de su mente lo sucedido. La leve sospecha de su verdadera identidad lo había sumido en una espiral de confusión, y miedo. Tenía miedo por descubrir que Stuart tenía razón. Miedo a la verdad, y a perder a Jelena una vez más. Porque si de algo estaba seguro es que si ella se marchaba de nuevo, nunca más volvería a verla.

-Vaya, parece que no te hace mucha ilusión –le comentó con un tono suspicaz, como si sospechara que había sucedido algo.
-No, claro. Es una buena idea. A la una te viene bien. He de hacer algunas cosas después.

-Perfecto. Yo también tengo una agenda apretada esta tarde, pero me apetece comer contigo –le confesó empleando un tono que se acercaba a la seducción.
-¿Dónde otras veces?

-Por supuesto.

Travis cortó la comunicación y se quedó pensativo mientras miraba el reloj. Tal vez no pudiera ir al museo a las tres, de manera que pasaría por este antes de comer con Jelena. No estaba seguro de si debería creer a Stuart, pero la curiosidad y sus años de investigador le pudieron en esta ocasión, más que lo que sentía por Jelena.

Se arregló despacio, tomando su tiempo. Frente al espejo contemplaba su imagen reflejada en éste tratando de sonreír tras la conversación que había mantenido con Travis. Los recuerdos de la noche pasada se arremolinaron en su mente de igual forma que el viento hacía con las hojas en otoño. Intento despejarse, aclarar sus ideas, pero siempre volvía al mismo lugar. Le había gustado verlo, sentirlo, desearlo, y amarlo por tan breve espacio de tiempo. Pero ahora… Sabía que su tiempo era limitado. Al día siguiente con toda probabilidad abandonaría la ciudad. Y eso era algo que le encogía el estómago provocándole náuseas. Debería volverlo a abandonar después de todo lo que él había representado para ella. Después de años de convivencia y de declararse mutuamente su amor. Pero algo en ella no encajaba, su espíritu libre e indómito la arrastraba por medio mundo sin ninguna atadura. Ahora, contemplando su imagen en el espejo de aquella habitación de apartamento se daba cuenta de lo difícil que era romper con el pasado. Y el daño que esto provocaría.

Saludó a los agentes en la puerta mientras se identificaba. Para su sorpresa Stuart estaba allí. Al verlo aparecer sonrió.
-No has podido resistirte. Como en lo viejos tiempos ¿eh?
Travis se limitó a encogerse de hombros mientras echaba un vistazo a su alrededor.
-¿Dónde estaba el cuadro? –le preguntó con inusitado interés.
-Ven conmigo.
Travis cruzó el vestíbulo de la galería siguiendo a Stuart hasta el lugar que ahora aparecía acordonado y fuertemente vigilado.
-¿Cuándo fue el robo? ¿Anoche?
-Exacto.
-¿No sonaron las alarmas?
-Al parecer contaban con perturbadores GSM para neutralizarlas.
-¿Ningún guardia? –le preguntó mirándolo de pasada mientras inspeccionaba el lugar donde había estado el cuadro.
-No se enteró de nada. Al parecer no hubo ningún movimiento reflejado en los monitores.
-Imagino que emplearían una grabación fija. ¿Huellas? ¿Algo?
-Poca cosa.
Travis abrió los ojos al máximo en un claro gesto de no creer lo que le contaba.
-¿Y que relación hay con Jelena?
-Lo que te conté. Además, si pasó la noche contigo… -le comentó como dando por hecho que ella no pudo haber sido.
-Ya claro –asintió sin mirarlo, pensando aún en esa mínima posibilidad que él le había planteado, y que por alguna causa desconocida todavía pululaba en su mente.
-Tendremos que dirigir nuestras investigaciones hacia otro objetivo –le informó como sin no tuviera interés en este asunto.- No obstante me gustaría que me llamaras si te enteras de algo.
Travis le daba vueltas en su cabeza al cambio de actitud de Stuart. Había acusado a Jelena de ser ella la Zarina: pero cuando él le dijo que habían pasado la noche juntos, bueno pues parece ser que desapareció de su lista de sospechosos. Stuart no era de los que soltaban la presa tan fácilmente. Apostaba a que no dejaría de indagar en la vida de Jelena buscando una conexión con la Zarina.
Se encontraba sentado a la mesa cuando ella abrió la puerta y entró en el restaurante. Caminó hacia él tratando de sonreír, aunque en su interior sabía que la situación no le permitiría muchas alegrías. El gesto de su rostro parecía reflejar cierta preocupación, recelo. No era el mismo que la noche pasada la había acompañado hasta su apartamento, el mismo que la había contemplado a la tenue luz de las velas con un gesto risueño. No. Esa chispa mágica se había consumido dejando paso a una mirada cargada de escepticismo.
-Lamento el retraso –le dijo apartando la silla para sentarse mientras él movía la cabeza en silencio, dándole a entender que todo estaba bien. Sintió su mirada fija en ella, escrutándola con minuciosidad. ¿Qué pasaba en su mente? ¿Qué había sucedido esa mañana para que su actitud fuera diferente?- ¿Sucede algo? ¿Por qué me miras tan fijamente?
-Porque estás preciosa –le respondió provocando un leve sobresalto en ella. Sonrió tímidamente mientras entornaba su mirada evitando la de Travis. No quería que le hiciera sentir, no quería ser deseada como la pasada noche en la que había vuelto a encontrar la pasión entre sus brazos. Su melena rizada del color del vino estaba recogida dejando libre su rostro, donde sus ojos y sus labios eran el perfecto reclamo.
Jelena inspiró hondo y sonrió halagada por el comentario.
-Da gusto que a una la saluden de esa manera.
-Celebro que te guste –le comentó mientras en su mente seguía dándole vueltas a la conversación con Stuart. A su visita al museo, a todo lo relacionado con la Zarina. Cuanto más la miraba más imposible le parecía la idea de que fuera ella en realidad. -¿Qué tal marcha la exposición? –le preguntó sin pararse a pensar si sería conveniente adentrase en ese tema, puesto que era consciente que al final acabaría llegando a lo sucedido anoche en la galería Windsor.
-Todo está perfecto. Inauguran esta noche.
-Entonces te veré allí –le dijo convencido de sus palabras y de que ella estaría. Pero entonces percibió que el rostro de ella se transformaba.- ¿Sucede algo? ¿A qué ha venido esa cara?
-No es nada –le dijo restando importancia a su comentario.- No creo que pueda asistir –le dijo desviando la atención hacia la carta.
-¿No? Pero si eres la comisaria…
-Lo sé… pero debo partir temprano mañana. Marcho a Bruselas a una conferencia –le informó mientras sus palabras salían de manera atropellada por su boca dejándolo sin capacidad de reacción.  Jelena sintió su decepción en su mirada. Sonrió tímidamente pero siguió como si en el fondo no pareciera afectarle.
-Vaya, así que vuelves a marcharte –susurró mientras trataba de ordenar sus ideas, sus pensamientos mirando hacia otro lugar del restaurante.
-Ya sabes como es mi trabajo. Cada día en una ciudad distinta.
-¿Piensas regresar?
Jelena sintió la opresión en su pecho, la angustia rodearla, atraparla sin poderla dejar escapar de la red que ella misma había tejido. Sacudió la cabeza en sentido negativo, ya que parecía que hubiera perdido el valor para responderle.
Travis no pareció afectado del todo ya que esperaba algo así de ella. Huía una vez más sin pensar en regresar. Jelena levantó su mirada de la carta y lo miró con determinación tratando de hacerle ver que era su vida, su trabajo el que primaba por encima de cualquier relación.
-No hace falta que me digas más –le pidió levantando su mano para detener cualquier inútil explicación por su parte.
El silencio se instaló en la mesa que compartían como si de un tercer comensal se tratara. Durante algunos minutos ninguno abrió la boca salvo para degustar un bocado. Travis no podía creer que fuera a suceder otra vez. Siempre que venía él estaba allí. La recibía pensando que aquella vez sería la definitiva. La que por fin se quedaría de nuevo en la ciudad. Y siempre sucedía lo mismo. Ella acababa por desparecer como la niebla de la mañana dejando paso a un precioso día. Sin embargo, en su vida, cuando ella se marchaba, sólo le quedaba oscuridad, tristeza y soledad.
-Siento que sea así.
-No importa, no tienes que disculparte. En su momento elegiste la clase de vida que te gustaba llevar y en la que yo por desgracia no tengo cabida.
Jelena cerró los ojos unos segundos tratando de recomponerse. Le dolía que le dijera eso, que la hiciera sentirse culpable de su situación.
-No es eso es que…
-Dime, ¿te has enterado del robo de anoche? –le preguntó jugándose la última baza. No se le había ido de la cabeza la Zarina, las coincidencias planteadas por Stuart, y si ella volvía a irse…
-No, ¿qué ha sucedido?
-Un nuevo golpe de la Zarina –le comentó mirándola fijamente, esperando cualquier gesto que denotara su nerviosismo, que le rebelara que era ella. Pero Jelena no se inmutó.
-No tenía conocimiento. ¿Qué ha sido esta vez?
Travis se quedó callado, pensando en si debería rebelarle cierta información. ¿Y si ella fuera…?
-Oh, nada un cuadro. ¿Qué más podría llevarse? –le preguntó encogiéndose de hombros.
-Claro. Bueno espero que no atente contra nuestra exposición –le confesó esbozando una sonrisa.
-Depende de si tienes cuadros valiosos…
-No te preocupes. Son normales. De un coleccionista privado. Nada serio –le dijo restando importancia.
-¿Por qué esa marcha tan precipitada? ¿Quédate un día más? Bruselas está cerca desde aquí –le pidió con un cierto toque de súplica que pareció conmoverla por unos segundos. Y cuando Travis cogió su mano para intensificar aún más su petición, Jelena hubo de ponerse la coraza, mantenerse fría y segura de su decisión.
-No puedo Travis. Tengo billetes para irme temprano. Me esperan a comer en Bruselas.
No insistió. Sabía que no merecía la pena hacerlo. No era la clase de mujer que le gustaba que le insistieran para al final acabar cediendo. No, Jelena no era así.
-¿En qué andas metido ahora? Lo último que supe es que dejaste la investigación.
Travis parecía ausente, pensando en todo lo que sucedía alrededor de ella. La sombra de la duda volvía a cubrir su mente. No quería ponerla a prueba porque tal vez no le gustara lo que descubría.
-Estoy retirado. Me dedico a la docencia.
-Vaya, olvidaba que lograste terminar tu doctorado, y dar clase de literatura inglesa. ¿Qué tal tus alumnos?
-Bastante aplicados. No tengo quejas.
-Entonces, ¿has dejado el cuerpo definitivamente? –le preguntó insistiendo en el tema, algo que captó la atención de Travis.
-Sí. Del todo.
Jelena se quedó callada sin decir nada.
-¿Y a Stuart que tal le van las cosas?
-Supongo que bien.
-¿No has vuelto a hablar con él?
Travis la miró divertido, sonriendo. ¿Qué pretendía? ¿Conocer su vida tras su marcha, o que le contara qué hacía Stuart? ¿Tal vez quería saber en qué andaba metido? ¿El robo del cuadro?
-No he vuelto a hablar con él –le respondió empleando un tono que le dejaba claro que era mejor que no siguiera por ahí.
Jelena se percató de ello y decidió no insistir. El resto de la comida lo pasaron hablando de temas banales, sin importancia alguna para los dos. Travis tenía la sensación que aquella comida estaba resultando algo forzada, poco natural. Nada que ver con la cena de la noche pasada. Algo había cambiado en el carácter de Jelena. Tal vez el tener que marcharse tan pronto. Quizás fuera eso lo que la había trastocado, y ofrecía una imagen distante, fría, y forzada. Había algo que la inquietaba, pero que no se lo diría por mucho que le insistiera. De manera que lo dejó pasar aunque en su cabeza  no dejaba de darle vueltas e intentaba encajar su comportamiento con el puzle facilitado por Stuart.
-Si no vas a estar esta noche en la inauguración…-comenzó diciendo Travis tratando de hacerla cambiar de idea.           
-Bueno tal vez asista al principio y después me marche. Podemos vernos allí, si quieres…-le dijo con un toque de culpabilidad en su voz por no quererlo volver a ver.
-Allí estaré –le dijo convencido.
Jelena se inclinó sobre él para depositar un beso en sus labios. Travis la rodeó por la cintura y la atrajo con determinación hacia él, quería sentir su cuerpo junto al suyo una última vez, sus labios suaves embriagándolo con el sabor dulzón del vino, la suavidad de su piel… Tanteó sus labios hasta que Jelena lo besó de manera posesiva, hambrienta, llena de pasión dejándose arrastrar por sus sentimientos de mujer. El golpe del deseo latía desbocado y aunque parecía querer dejarlo libre para arrastrarla hacia el final, se armó de valor y se distanció de Travis. No era conveniente ahondar más en los rescoldos del pasado, ya que era consciente que se avivaban con la sola presencia de él.
Travis la vio alejarse mientras el sabor de sus labios aún permanecía en los suyos. Pero ello no le hizo olvidarse de la conversación mantenida momentos antes, ni de todo lo sucedido entre ambos. De nuevo la duda lo asaltó sin ninguna tregua, y en esta ocasión Travis se dejó envolver por ella. Sacudió la cabeza apartando las absurdas ideas que Stuart le había metido. Jelena se marchaba de nuevo porque tenía una vida lejos de la de él. Simple y llanamente. Eso era todo. Una vida en la que él no tenía cabida, salvo para cuando ella regresaba a la ciudad y quería verlo. 
Jelena se marchó deprisa dejando a Travis solo, pero el estado de nervios en el que la había dejado no era compatible con su situación. Debía mantener la cabeza fría en todo momento, y centrarse en su trabajo. Sólo así las cosas saldrían adelante. Y pensar en Travis, por mucho que le gustara, y por mucho que le hiciera sentirse querida, no podía ser.
Travis no perdió el tiempo una vez que Jelena se alejó de él. Debía ocuparlo en algo hasta la noche. Y sabía perfectamente lo que tenía que hacer.
        
-Imagino que te marchas mañana, ¿verdad? –le comentó el supervisor de la exposición mientras terminaba de revisar que todo estuviera en su sitio.
-Temprano –fue su escueta respuesta.
-¿No vendrás a la exposición? –inquirió arqueando su ceja.
Jelena sacudió la cabeza. Acudir significaba encontrarse con Travis y que todo volviera a removerse. No. No era buena idea. No quería correr riesgos innecesarios.
-¿Dónde te encontraremos?
-Marcho a Bruselas. Pasaré un día antes de coger el avión hasta Praga. Allí descansaré un tiempo.
El hombre asintió como si estuviera complacido por su decisión. Praga le pareciera el lugar idóneo para ello.
-Estaremos en contacto –le dijo antes de volver al trabajo.- Ah, y cuídate –le recordó volviéndose hacia ella.
-Escucha si preguntan por mí esta noche…
-Sí, no te preocupes. Te surgió un compromiso de última hora. Descuida –le dijo guiñándole un ojo en señal de complicidad.
Durante toda la tarde, Travis permaneció en la biblioteca echando un vistazo a los periódicos de meses atrás, e incluso de años. Buscaba toda la información referida a la Zarina, y a sus últimos golpes. Llamo a Stuart para preguntarle un par de cuestiones, lo cual no dejó de sorprenderle, porque creía que le había dejado claro que no tenía interés. Pero al parecer su conversación había surtido efecto. Travis no le prometió nada pero siguió su investigación particular. Hasta que llegó la hora de acudir a la presentación que Jelena había organizado.
Cientos de curiosos se agolpaban a la entrada en un intento por acceder al interior de la galería. Travis se dio cuenta que no había pasado si quiera por casa a cambiarse de ropa. Claro que si ello representaba un problema podrían decírselo. Hablaría con Jelena para solucionarlo.
Precisamente el problema surgió de inmediato.
-Oh, vamos. No es para tanto. Mi atuendo en el adecuado.
-Lo siento pero son las normas –reiteró el hombre de seguridad impidiéndole el paso.
-Podría avisar a la comisaria. Ella me conoce y estoy seguro que no podrá reparos en dejarme entrar.
El rostro del guardia se contrajo en una mueca de desagrado, como si le fastidiara tener que molestarla. Además, tenía órdenes expresas de no dejar que nadie pidiera verla.
-Nos ha pedido que no la molestemos. Lo siento señor.
-¿Qué ha dicho, qué? –le preguntó Travis con un tono de incredulidad.
-No podemos molestarla. Si es tan amable –le dijo apartándolo a un lado para dejar que los demás entraran.
Travis le hizo caso dejando el camino libre a la gente. Pero no pudo evitar parar a pensar en las palabras del guardia. ¿Qué no la molestaran? Sacó el teléfono de su chaqueta y la llamó. El teléfono de Jelena estaba apagado, o fuera de cobertura. No perdió más tiempo y salió de allí. Sabía hacia donde debía dirigirse.
 El sonido del timbre de la puerta la sobresaltó. No esperaba a nadie a esas horas. Respiró hondo contando hasta diez mientras encaminaba sus pasos hacia la puerta. Echó un vistazo por la mirilla y apoyó la cabeza contra la puerta mientras cerraba los ojos. Parecía abatida por un instante, pero sabía que debía recuperar el aplomo. No pasaría nada. Abrió la puerta para encontrar el rostro de Travis y su mueca de sorpresa.
-¿Travis? ¿Qué haces aquí? –le preguntó fingiendo sorpresa mientras su escultural cuerpo enfundado con tan solo una camiseta franqueaba el paso hacia el interior de su apartamento. Su melena rizada caía sobre sus hombros ocultando parte de su rostro. Estaba sexy. No endiabladamente sexy, pensó Travis mientras se olvidaba de porqué diablos estaba allí. Sintió que su boca se secaba, que su lengua se volvía pastosa, y las palabras no eran capaces de salir. Si sus sospechas eran ciertas, aquella mujer era el mismísimo diablo.
-Vengo de la exposición.
-Ya, no he ido finalmente
-Me he dado cuenta.
-¿Qué querías? –le preguntó con un deje nervioso en su voz por primera vez en mucho tiempo. Se humedeció los labios, mientras su mano se apartaba el pelo del rostro.
Travis sonrió burlón mientras apoyaba sus manos sobre sus caderas y miraba a Jelena como si no pudiera creer lo que pasaba por su mente ahora mismo.
-¿Puedo pasar?
Jelena se apartó dejándolo pasar al interior del apartamento. Lo primero que divisó fue la maleta sobre el sofá del comedor llena de ropa para marcharse. Jelena lo invitó a sentarse sabiendo que él se marcharía pronto. Debía tratar de alejarlo de allí cuanto antes.
-No me dejaron entrar. Al parecer no iba vestido apropiadamente –le dijo mientras él mismo se miraba.- Te llamé pero tu móvil está apagado.
Su comentario la pilló por sorpresa. No había caído en ello. Un descuido absurdo.
-Me he quedado sin batería. Iba a cargarlo –le respondió con lo primero que le vino a la mente.- ¿Cómo sabías que estaba aquí?
-No lo sabía. Vine y vi la luz encendida de manera que decidí subir.
-Bien, pues aquí me tienes, ¿qué más quieres? –le preguntó sentándose frente a él con las piernas cruzadas sin importarle el hecho de que Travis la pudiera ver en ropa interior.- Ah, pero te aviso que si intentas convencerme de que me quede, mañana…
-Sí lo sé. Sales para Bruselas temprano –le recordó como un autómata mientras asentía, y la miraba sin poder creerlo todavía.
-¿Te apetece tomar algo? ¿Un café? ¿Una cerveza?...
-Un café estaría bie. Necesito despejarme –le dijo mientras la observaba detenidamente, tratando de averiguar su estado emocional por verlo allí.
Jelena se levantó y caminó hacia la cocina acompañada en todo momento por la mirada de Travis. Escuchó el sonido de la cafetera mientras pensaba si debería mostrar sus cartas para ver su reacción. Sin embargo, el sonido de un móvil lo sacó de sus pensamientos. Era un sonido de sms, que Jelena no pareció escuchar a juzgar porque no hizo intento de buscarlo. Travis se incorporó buscando el móvil. Sacó el suyo y volvió a marcar el número de Jelena, pero éste seguía apagado. Luego había otro en la habitación. Paseó por el salón mirando por encima hasta dar con él. Jelena seguía en la cocina preparando el café cuando Travis lo divisó entre la ropa. Lanzó una mirada a éste y se acercó para leer el sms. Lo dejó en cuanto sintió que la cafetera había terminado y que Jelena vertía el café. Cerró los ojos mientras volvía a su sitio. Su acto había sido rápido y preciso. No había perdido el olfato pese a llevar apartado más de un año de la policía. Ahora todo encajaba, sus sospechas eran ciertas. Pero, ¿qué haría? Se sentó y observó como ella venía hacia él con la taza en la mano tratando que no ser vertiera sobre el parquet.
Estaba desconcertado. Sin capacidad de reacción por unos segundos. No esperaba eso de ella. No había querido creerlo hasta que sus investigaciones aquella misma tarde lo corroboraron.
-¿Qué te sucede? ¿A qué viene esa cara? –le preguntó mientras se sentaba frente a él.- Bueno si no te importa voy a terminar de hacer la maleta –le dijo volviendo hacia ella y cogiendo un pantalón para ponérselo. Fue entonces cuando vio el móvil. Y cuando se dio cuenta que algo no encajaba. Pasó el dedo por la pantalla y vio que tenía un mensaje. El corazón le palpitó acelerado cuando se dio cuenta que alguien lo había leído. Cerró los ojos e inspiró profundamente antes de erguirse y volverse hacia Travis. Éste tenía la cabeza inclinada sin mirarla. Miraba el vacío.
-¿Por qué? –le preguntó sin tener el valor de enfrentarse a su mirada.
Jelena lo contempló si capacidad de reacción. Cerró sus ojos mientras se mordía el labio presa de los nervios. Ahora lo sabía todo. No hacía falta disimular con él.
-Dime que no es lo que yo pienso en estos momentos. Dímelo y te creeré.
Aguardó pacientemente que ella lo desmintiera, que le dijera que estaba equivocado. Pero Travis no escuchó ni una sola palabra saliendo por su boca. Se levantó como si de un tornado fuera y arrojó la taza de café contra el suelo, sin importarle que se hiciera añicos, que el contenido se vertiera y manchara el parquet y salpicara las paredes. En ese instante todo le daba igual.
La miró a la cara intentando encontrar la respuesta a su pregunta. Pero lo más que halló fue sus ojos brillando como nunca antes. Travis sintió que los nervios lo atenazaban, y que una sonrisa nerviosa lo invadía provocándole las carcajadas.
-Por eso viniste. Ahora lo entiendo todo. Que necio he sido –murmuró sintiendo lástima por él mismo. Cerró los ojos intentando pensar que todo aquello no era más que un sueño del que se despertaría en cualquier momento. Lo haría junto a ella, y se reiría de todo lo soñado. Pero por más que lo intentó no lo consiguió.- La llamada, la cena, la noche, la pasión, todo… ¡Todo era una puta mentira! –exclamó mirándola con la ira llameando en su ojos, mientras Jelena era incapaz de decir nada. Estaba absorta en sus pensamientos, era incapaz de moverse.
-No todo Travis –le dijo tratando de recomponerse, de rehacerse, y no hacerle más daño.
-¿Ahora vas a decirme que en verdad sentías lo que me decías cuando estábamos en la cama? ¿Vas a decirme que no me has utilizado? –le preguntó encarándose con ella, sumergiéndose en su mirada, ahogándose en sus lágrimas…
-Sentí en todo momento lo que te dije, lo que hice…
-Mientras tu gente robaba el cuadro. Nadie puede relacionarte con el robo. Ahora mismo no sé que me duele más Jelena –le dijo cogiendo su rostro entre sus manos mientras la sentía temblar.- Si enterarme de que eres la Zarina, o enterarme de que me hayas utilizado.
La soltó lentamente mientras sacudía la cabeza sin querer pensar en nada más.
-Has visto el mensaje…Siento que te hayas enterado de esa manera. No pensaba que…
-Pensabas desaparecer de mi vida una vez más. Como hace años. Pero no, no ha sido sólo el mensaje de tu gente. A estas horas el cuadro ya está fuera de la ciudad, como indica tu comunicante anónimo –dijo señalando el móvil-. Stuart me contó que te seguían la pista –aquella revelación sacudió a Jelena, quien abrió los ojos al máximo de manera expectante.- Sí, es la verdad y yo te defendí delante de él negando y rechazando esa hipótesis. Y mira por donde ahora descubro que tenía razón. No hay ninguna conferencia en Bruselas –le dijo con total seguridad mientras extraía un papel doblado de su pantalón y se lo tendía.- Es tu vía de escape.
Jelena ni siquiera rozó el papel y Travis lo dejó caer al suelo mientras seguía mirándolo.
-¿Qué piensas hacer?
-Nada. No voy a hacer nada. Es más sabes de sobra que no serviría de nada. Yo soy tu coartada. La coartada perfecta. Aunque dijera que lo sé de ti, no tendría sentido. Accediste a pagar la cuenta anoche con tarjeta para que quedara constancia de tu presencia en el restaurante junto a otra persona.
 -Podría destruirlos. Decir  que alguien me la robó…
-Eso ya no importa. De todas formas nunca te entregaría, ni declararía contra ti y lo sabes –le dijo mirándola fijamente.
Jelena sentía que en el fondo había sido injusta con él por utilizarlo. No debió hacerlo sabiendo lo que había habido entre los dos. Pero por encima de todo porque lo seguía amando a pesar del paso del tiempo.
-Sólo te pido una cosa Jelena –le dijo acercándose por última vez a ella, dejando que su aroma femenino lo envolviera, que la dedicara una última mirada.- Nunca vuelvas a llamarme.
Sintió el desgarro en su interior, como si le hubieran arrancado el alma con esas palabras. Cerró los ojos para intentar contener las lágrimas una vez más, pero cuando Travis se giró para marcharse las dejó correr por sus mejillas. Nunca quiso que él lo supiera, pero conocía el riesgo de emplearlo para que fuera su coartada, y nadie pudiera relacionarla con el robo del cuadro. Sabía que iban tras ella por estar metida en el mundo del arte. Quiso preparar bien este golpe rodeándose de los mejores, y lo consiguieron. Teniendo a Travis de coartada todas las sospechas se alejarían de ella. Le permitirían descansar una larga temporada hasta que los rumores se acallaran. Y entonces, tal vez volviera. 

2 comentarios:

  1. Wow!, que bien escribes!. Me ha encantado el relato... Sentí pena por los dos, x k aunke ella lo ha utilizado, en el fondo, lo amaba y se sentía mal x verse en la obligación de utilizarlo... y él, pobrecito, utilizado x la mujer k ama... k encima era su objetivo cuando estaba en activo... k put--a ^.^

    Veo k dominas muy bien todo esto del mundo policial.. a k te dedicas, no serás poli, además de escritor?, jejeje

    Bueno Kike, ha sido un placer leerte. Saludos y bs!

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  2. Gracias por pasarte y leerlo. La verdad, no soy policia, jajajajaja, desde hace unos meses me dedico solo a la Literatura. Y creo que seguiré por ahí. No me va tan mal como escritor de novela romántica y juvenil.

    Saludos :)

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