Abandonó la cama
cuando las primeras luces de la mañana comenzaban a filtrarse por la ventana.
Pese a la poca claridad que había en la habitación sabía como moverse por ésta.
No le era desconocida del todo, aunque había transcurrido algún tiempo desde la
última vez que durmió en ella. Caminaba sobre la alfombra, que cubría parte del
suelo de parquet, tratando siempre de no hacer ruido. Lanzó una mirada hacia la
cama y permaneció sin apartar su mirada de ésta. Pensó en lo sucedido la noche
anterior al tiempo que sonreía burlón y se pasaba la mano por el rostro tratando
de aclararse. Pero cuanto más lo intentaba, más confundido estaba. Se llevaba
haciendo la misma pregunta desde el mismo instante en que sonó su teléfono. ¿Por
qué lo había llamado después de tanto tiempo sin verse? Desapareció como el
humo, sin dejar ningún rastro. Durante dos años no había vuelto a saber de
ella. Al principio le pareció extraño, e incluso se sintió molesto porque no se
hubiera despedido de él. Pero dicen que el tiempo lo cura todo, a y a fe que la
herida que le había dejado, ya había cicatrizado. Aunque eso estaba olvidado,
no dejaba de sorprenderle su llamada, su cita, y sus deseos de verlo. Algo que
él había agradecido. Pero, ¿qué la había impulsado a tomar esa decisión? Con
esa pregunta revoloteando en su mente, la siguió contemplando mientras sus
cabellos rojizos se esparcían sobre la almohada como filamentos de cobre. La
sábana se había deslizado más de lo normal rebelando toda su espalda, por la
que ahora su mirada descendía hasta esa
parte de la anatomía donde perdía su nombre. Cerró los ojos mientras los
recuerdos de la pasión inundaban su mente como si de un río desbordado se tratara
llevándose consigo cualquier resquicio de cordura por su parte. Pero no había
podido retenerse. No había podido resistirse a ella, y había acabado
sucumbiendo a sus encantos. No en vano se conocían perfectamente desde hacía
algún tiempo. Bastante aseguraría él si se lo preguntaran. Pero aquella noche
había sido diferente a otras veces que él recordaba. Su manera de flirtear con
él desde el mismo instante en que quedaron. Sus continuas alusiones al pasado
que compartieron… como si el hecho de evocarlo con tanta insistencia quisiera
decirle algo. Su pasión desmedida cuando llegaron al dormitorio… En cualquier
caso, él no la había puesto objeciones ya que sus deseos por verla una vez más
eran superiores a su juicio. Caminó hasta rodear la cama para poder contemplar
su rostro mientras dormía. Sus pestañas largas, su nariz fina y delicada, sus
labios sin ningún toque de color en éstos provocándole. Siempre le había
parecido una mujer muy atractiva incluso sin ningún toque de maquillaje sobre la
piel de su rostro. Sintió deseos de inclinarse sobre su espalda y volverla a
recorrer con sus labios como la noche pasada. Perderse en la suavidad y la
calidez de su piel, en su embriagador aroma. Recorrer sus piernas mientras ella
permanecía sentada sobre él en mitad de un vertiginoso movimiento sensual. Y sus
manos enmarcaban su rostro como si temiera que fuera a desaparecer para después
devorar sus labios con una exquisita mezcla de pasión y ternura jamás antes
experimentada junto a ella. Verla tumbada sobre la cama despertó sus deseos más
inquietantes, y hubo de hacer verdaderos esfuerzos para no amarla una vez más
allí en ese preciso instante. Se incorporó y comenzó a buscar su chaqueta de
piel. La ropa aparecía esparcida por el suelo fruto del desenfreno de la noche
anterior. Pareciera que hubieran estado aguardando aquel instante con
paciencia, y una vez llegado éste devorarse de manera insaciable el uno al
otro. Comprobó que no se dejaba nada y procedió a abandonar la habitación. Se
marcharía de allí porque entendía que prolongar su estancia no sería bueno al
fin y al cabo. Además, quería comprobar hasta que punto ella volvía a estar
interesada por él si ese fuera el caso de su rencuentro. Por su parte él se
hacía la misma pregunta: ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar por ella en
esta ocasión? No pudo evitar inclinarse y dejar un beso de despedida en su
frente. Pareció que ella se movía en sueños a juzgar por la dirección que había
llevado la sábana. Salió del dormitorio antes de que fuera demasiado tarde.
Sabía que
acabaría por marcharse sin decirle nada. Que no la despertaría en caso de que
ella estuviera durmiendo. Pero ella no lo hacía, sino que fingía. Por este
motivo había sentido todos sus movimientos por el dormitorio. Durante esos
momentos pensaba en él, aunque sus pensamientos no eran nada acertados en ese
momento. No con él allí. Le había gustado volverlo a ver, sentir su mirada
sobre ella, sus caricias, sus besos, su cuerpo debajo del suyo… Pero, ahora que
lo pensaba fríamente, sabía que no debería haberlo hecho. Que no debería
haberlo si quiera pensado. Ni mucho menos habérselo insinuado después del
tiempo compartido. En cierto modo se trataba de un sentimiento egoísta por su parte.
Pero no tenía a quien acudir, y sabía que él no la rechazaría en cuanto la
mirara a los ojos. No podría. Escuchó como se cerraba la puerta del apartamento
y entonces la almohada se empapó con sus lágrimas. El sentimiento de culpa se
apoderó de su pecho. Y la traición se instaló en su corazón.
Lo encontró como
de costumbre en su café favorito a media mañana mientras disfrutaba de la
lectura. Sabía donde paraba cada día a esa hora. Él era un animal de costumbres
y en raras ocasiones solía cambiarlas. Sólo cuando trabajaba, y ahora no era el
caso pues llevaba meses fuera del servicio. Por ese motivo lo buscaba. De
manera que abrió la puerta del café y se dirigió hacia la mesita del fondo con
paso firme al tiempo que pedía un café al camarero, y le indicaba que se lo
llevara a la mesa. Allí estaba sentado como de costumbre, con sus cabellos
desaliñados, su barba de varios días, sus gafas con montura al aire. Ese aire
de intelectual despreocupado por todo lo que sucedía a su alrededor salvo por
sus lecturas. No esperó a que le concediera permiso para sentarse, con él no
hacía falta esas formalidades. Cuando lo hizo ni siquiera se dignó en levantar
su mirada de las páginas de su novela, como si en verdad su presencia careciera
de importancia. Seguía actuando como si él no estuviera allí, sentado frente a
él mirándolo como si fuera una pieza de colección. En ese instante el camarero
llegó con su café.
-Necesito que
vuelvas –fueron las primeras palabras que pronunció mientras extraía del
interior de su abrigo un sobre de color manila que arrojaba sobre la mesa. Luego
vertió el contenido del azucarillo en su café y lo removió aguardando
pacientemente a que él actuara.
Por un leve
instante se dignó en levantar la mirada de su lectura y a pasearla desde el
sobre hasta el rostro de su visita., pero sin mediar palabra. Ni mover un solo
músculo de su rostro, ni de su cuerpo. Daba la impresión que no le importara lo
que tuviera que decirle. En vista de su comportamiento el misterioso visitante
insistió pronunciando una sola palabra.
-Zarina.
Como si de una
especie de encantamiento se tratara el hombre cerró el libro produciendo un
sonido sordo para dejarlo sobre la mesa mientras miraba el sobre con
detenimiento.
-Parece que ese
nombre ha captado por completo tu atención –le dijo con ironía el hombre
esbozando una sonrisa irónica.
-¿Qué quieres
Stuart? ¿Y a qué ha venido ese nombre después de tanto tiempo? –le preguntó con
desgana mientras removía su café.
-¿No te has
enterado de su último golpe? –le preguntó el tal Stuart mirándolo con
extrañeza. Aunque por otra parte tampoco parecía incomodarle, ya que estaba
fuera de juego.
-No me interesa
lo más mínimo todo lo que tenga que ver con ella. Ya lo sabes –le respondió de
manera resuelta antes de beber un poco de café.- Ah, y por cierto, en respuesta
a tu sugerencia, no pienso volver –le aclaró mostrando una sonrisa en la que
dejaba entrever sus dientes blancos.
El tal Stuart
chasqueó la lengua como si estuviera decepcionado, aunque era consciente que al
final él acabaría aceptando su propuesta. Tenía algo con lo que él no contaba.
-¿Estás seguro?
–le preguntó Stuart empleando un tono que se acercaba a una especie de amenaza.
-Cuando lo dejé
lo hice para no volver. Quedamos en eso, ¿no? –le recordó como si Stuart lo
hubiera olvidado.
-Te daré otro
nombre.
-¿Qué es esto? ¿Alguna
clase de juego? Puedes darme todos los nombres que quieras. No cambiaré de
opinión. Así de simple. No hay nada que me haga volver. Ni siquiera la propia
Zarina.
Stuart sonrió de
manera zorruna mientras preparaba su segunda bala.
-Jelena
–pronunció con cuidado, paladeando cada una de las sílabas de aquel nombre que
sabía que produciría cierta reacción en él.
El simple hecho
de escucharlo hizo que se quedara quieto, mientras la sonrisa, que momentos
antes se había dibujado en su rostro, desaparecía al instante dejando paso a un
rictus más serio. Apretó las mandíbulas debido a la tensión que se había
apoderado de él en el preciso instante que le dijo ese nombre. Su mirada se
tornó fría y amenazante mientras la dejaba fija en Stuart. Éste parecía
complacido por su reacción. Sabía que no sería indiferente en cuanto
pronunciara ese nombre. Y a fe que así había sido. Había logrado captar su
atención por completo.
-¿Qué sucede con
ella? –le preguntó con cautela mientras entornaba su mirada y estudiaba con
detenimiento el rictus de su rostro. No le gustaba que el nombre de ella apareciera
en esa conversación. Y Stuart tenía que saberlo.
- Vaya, parece
que el mero hecho de pronunciar su nombre ha surtido un efecto inesperado en
ti, Travis. Presiento que a partir de este momento me vas a prestar una mayor
atención –le dijo con un toque irónico mientras sus cejas formaba un arco
reflejando claramente su expectación.
-¿Qué pasa con
Jelena? –le preguntó mostrando un tono de urgencia por querer saber qué era lo
que sucedía.
-Por tu tono
denoto que te importa.
- Ella y lo que
pueda sucederle –le dijo con un claro tono de advertencia.
-Creía que ya lo
habías superado –le comentó sonriendo cínicamente mientras observaba como
Travis parecía dispuesto a saltar sobre él si seguía por ese camino.
Travis se quedó
pensativo. ¿Superado? ¿Cómo se puede superar el dolor que alguien te deja
cuando se marcha? ¿Cómo llenar ese vacío? El mismo que sentía desde que la dejó
durmiendo en su apartamento.
-Dime, ¿qué
tiene que ver ella en todo esto? ¿Y para qué me buscas? –le preguntó con
franqueza recelando en todo momento de Stuart.
-Deberías leer
más los periódicos –le dijo cogiendo el del propio café para que Travis le
echara un vistazo, aunque sólo fuera por encima.
Travis lo cogió
y nada más tuvo que leer el titular de éste para comprender el motivo de la
visita de Stuart. Lo dejó sobre la mesa mientras miraba a éste y se encogía de
hombros haciéndose el desentendido.
-La zarina ha
vuelto a golpear.
-Sé leer –le
dijo irónico Travis mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho y recostaba su
espalda contra la silla.
-Un cuadro por
valor de un millón de libras ha sido substraído de la galería Windsor –le
resumió sin entrar en más detalles de los necesarios.
-Una chica
lista, si señor –dijo levantando el café en alto antes de beber de nuevo, como
si hiciera una especie de brindis en su honor.
-Una ladrona –le
corrigió Stuart molesto por el comentario de Travis, pero éste no pareció
inmutarse.
-Necesitamos tu ayuda Travis –le dijo mirándolo fijamente con
determinación.
-¿Insistes en
ello? –le preguntó contrariado porque no pareciera haberle prestado atención.-
No quiero volver. Lo dejé.
-Sí, cuando te
diste cuenta que no eras capaz de atrapar a la Zarina. Por no mencionar que ni
siquiera descubriste su identidad –le recordó con un toque irónico que a Travis
no le gustó
-Te recuerdo que
era un trabajo en equipo. De manera que si alguien la cagó aquí fuimos todos. Y
en especial tú, como jefe de operaciones de Scotland Yard –le rebatió mofándose
de él en esos momentos.
Stuart mudó el
semblante de su rostro al escucharle decir aquello, pero no se arredró sino que
siguió insistiendo.
-¿Y si te dijera
que tenemos una sospechosa? –le preguntó despacio, midiendo las reacciones de
Travis porque intuía que en seguida relacionaría las piezas del rompecabezas.
Éste se quedó con el rictus serio, sin pestañear, sin mover si quiera un
músculo pensando. Stuart sabía lo que pasaba en esos momentos por su cabeza,
pero no sería él quien se lo dijera. Tan sólo se había limitado a insinuárselo.
Le había suministrado las piezas una a una para que él las encajara: la Zarina,
la galería Windsor, el robo de un cuadro de un millón de libras, y Jelena.
Travis inspiró
hondo antes de pronunciarse ante aquella pregunta. En su mente había ido guardando
los datos que Stuart le había ido facilitando. Muy ingenioso, pensó, pero sabía
como funcionaba él. Y ahora encajando las piezas el resultado que Stuart
insinuaba no era del agrado de Travis. Ni lo más mínimo. Y así se lo hizo
saber.
-No juegues
conmigo. Te lo advierto –le dijo con un tono frío mientras esgrimía un dedo
señalándolo.
- Ni se te ocurra insinuar lo que estás pensando.
-Yo no insinúo
ni pienso nada Travis. Me remito a las pruebas que tenemos. Nada más –dijo en
un tono franco mientras levantaba las palmas de sus manos en señal de inocencia
y luego señalaba con éstas el sobre que había dejado sobre la mesa al llegar.
Travis
entrecerró los ojos dirigiendo su mirada primero a Stuart y luego al sobre. Lo
contempló con recelo porque no sabía qué contendría, y viniendo de él podría
ser cualquier cosa. Stuart insistió con su mirada para que lo cogiera y viera
su contenido.
-Tranquilo. No
muerde.
Lo cogió sin
apartar la mirada de Stuart en ningún momento. Como si desconfiara de él. Como
si estuviera esperando alguna jugada de la suyas. Abrió la solapa e introdujo
la mano para extraer su contenido. Desvió la mirada del rostro de Stuart por
unos segundos hasta el contenido del sobre, ahora en su mano. Se sobresaltó,
frunció el ceño mientras el rictus de su rostro se contraía porque no entendía
nada. Fotografías, documentos, y recortes de prensa. Miró a Stuart sintiendo
que la ira crecía en su interior apartando la incomprensión experimentada en un
primer momento al ver el rostro de Jelena.
-¿Qué coño
significa esto? –le preguntó con un tono frío y cortante en su voz mientras
devolvía el contenido al sobre y lo arrojaba furioso sobre la mesa.
-¿Tú que crees?
-Si es lo que yo
creo ya puedes tener una explicación convincente.
-Escucha, entiendo
que te sientas sorprendido y cabreado al mismo tiempo por estas pruebas. Pero…
-¿Insinúas que
Jelena…? –no pudo terminar de formular su pregunta ya que no concebía esa
posibilidad. Era imposible lo que Stuart planteaba.
-Me remito a las
pruebas.
-¿A cuáles A éstas?
Estas no son nada. Papel mojado –le rebatió cogiéndolas en su mano y
arrojándolas sobre la mesa.- ¿Crees que un par de fotografías y varios
documentos de registros de sus cuentas bancarias sirven para algo? –le preguntó
furioso con todo lo que estaba sucediendo. Sentía la necesidad de descargar la
ira que se estaba apoderando de él por momentos.
-Sé como te
sientes, pero trata de ser objetivo Travis. Entiendo que tú y Jelena tuvisteis
una relación en el pasado. Y que ella acabó marchándose de la ciudad y justo
entonces la Zarina dejó de operar –trató de hacerle ver la coincidencia pero
Travis la rechazaba sacudiendo su cabeza sin poder dar crédito a lo que Stuart
le planteaba.
-¿Qué cojones
tiene que ver que Jelena y yo tuviéramos una relación con que desapareciera al
mismo tiempo que cesaron los robos de la Zarina? –le preguntó con una mezcla de
incredulidad y enojo a partes iguales.
-Sólo me limito
a exponer los hechos, Travis.
-Si Jelena fuera
la Zarina, ¿no crees que me habría enterado durante los años que compartimos? Vivíamos
juntos durante años Stuart. No esperarás que me lo crea ¿no? –le dijo sin salir
de su asombro.
-¿Y cómo
explicas que haya vuelto a la ciudad?
La pregunta lo
cogió desprevenido. No la esperaba. ¿La había seguido? Si era sospechosa
entonces no le cabía la menor duda de que habría seguido su pista en todo
momento. Eso significaba…
-Mira la
fotografía en la que se la ve merodeando por el museo Windsor…
-¿Qué pasa, no
puede pasear por los alrededores del museo? ¿Es algún tipo nuevo de delito?
Venga Stuart –le dijo con voz cansada.
-Sabemos que
entró en éste ayer por la mañana.
-Es marchante de
arte y comisaria de exposiciones. ¿Lo olvidaste también?
Travis sacudía
la cabeza tratando de que aquella conversación desapareciera de su mente. Que
fuera un sueño, o más bien una pesadilla de la que quería despertarse. Era de
locos pensar que Jelena fuera la ladrona de guante blanco más buscada de toda
Europa.
-Sé que
colecciona piezas de arte, por eso mismo. Es la tapadera perfecta para…
-¡Para nada! –le
espetó Travis harto de las acusaciones contra ella mientras golpeaba la mesa y
los clientes se quedaban mirándolo.
-¿La has visto?
¿Puedes asegurarme que ayer noche ella no estaba en el Windsord robando un
cuadro de un millón de libras? –le preguntó bajando la voz hasta casi
convertirla en un susurro para no llamar la atención de los clientes.
Travis sonrió
irónico antes tal cuestión. Si la habían seguido como él pensaba que habían
hecho, aquella pregunta era absurda en toda regla. ¿Qué pretendía Stuart? ¿Qué
le confesara que había pasado la noche en su cama?
-Te estás
equivocando de persona Stuart. Y lo sabes tan bien como yo.
-Entonces,
demuéstramelo.
Travis
permaneció en silencio durante unos segundos en los que los recuerdos del día
anterior agolpaban su mente. Si él hablaba desmontaría la farsa de Stuart en un
momento.
-Ella no ha
robado el cuadro del museo Windsor ayer noche puedes estar seguro de lo que
digo –le aseguró con franqueza mientras se quitaba las gafas y miraba a su
compañero con determinación.
-¿Cómo puedes
estar tan seguro? –le preguntó entornando la mirada hacia él.
-Porque la pasó
conmigo –le respondió sabiendo que Stuart le pediría más detalles al respecto.
No le valdría sólo con su palabra.
Stuart se quedó
mirándolo fijamente mientras intentaba asimilar aquella información. Si era
cierto lo que acababa de contarle entonces sus investigaciones habían vuelto a
errar. Lo que Travis no sabía era que la habían estado siguiendo hasta que se
percató de ello, y consiguió darles esquinazo. ¿Por qué? ¿Para gozar de una
mayor intimidad junto a Travis?, se preguntó ahora que conocía como había
pasado la tarde y la noche. Y en compañía de quien.
-¿Por qué pones
esa cara? Pareciera que no te lo esperaras –le comentó mirando a Stuart también
sorprendido por su gesto.- ¿No la seguíais?
Stuart resopló
antes de responderle.
-Nos dio
esquinazo.
Travis mudó el
gesto en su rostro. Ahora mostraba perplejidad por aquella noticia. ¿Por qué
les iba a dar esquinzado Jelena? ¿Acaso se había dado cuenta que la seguían?
Pero, de ser cierto, ¿qué tiene que ocultar? La narración de Stuart lo estaba
dejando más confundido y a la vez más intrigado por saber qué sucedería.
-Tal vez tus
hombres la perdieron. Pero, ¿por qué os habría de dar esquinazo? –le preguntó
sin comprender a donde quería llegar.
-Porque sabía
que la seguíamos.
Un silencio
incómodo se instaló en la mesa que compartían los dos hombres mientras cada uno
escrutaba el rostro del otro tratando de averiguar, qué era lo que se le pasaba
en ese preciso instante por la cabeza.
-Esto es absurdo
–dijo finalmente Travis recostándose contra el respaldo de la silla al tiempo
que sacudía su cabeza.
-No del todo.
Jelena oculta algo. ¿Qué te dijo? Si puedes y quieres contármelo.
La mirada de
Travis se quedó fija en un punto del vacío mientras en su mente se daban las
más disparatadas y surrealistas situaciones. Pero debía admitir que la
información de Stuart tenía algo de veraz. Algo extraño había en todo aquello.
Tal vez no quisiera reconocerlo, ser objetivo porque en el fondo la seguía
amando.
-Me llamó para
decirme que estaba de vuelta en la ciudad por unos días. Pasamos juntos la
tarde y la noche. Puedo darte detalles de los sitios en los que estuvimos… ya
que sé que los comprobarás.
Stuart resopló sin poder dar crédito a aquellas palabras, pero
ahora que miraba a Travis sabía que estaba siendo sincero con él. Si ellos
habían seguido a Jelena por la ciudad, lo más lógico era que él también la
hubiera visto.
-¿Sabes por
cuántos días estará en la ciudad?
-No –le
respondió con firmeza mientras Stuart arqueaba su ceja derecha como si recelara
de su respuesta.- Ella no ha sido. Es imposible. Estuvo conmigo toda la noche
–le reiteró en un claro intento por hacerle ver la verdad.
Stuart
permaneció en silencio unos instantes mientras meditaba la situación.
-Está claro que
ella tiene una coartada. Una coartada perfecta –recalcó sonriendo a Travis.-
Pero si es cierto lo que cuentas…
-Lo es –le dijo
sin esperar más explicaciones.
-Entonces,
¿quién ha robado el cuadro?
-Tal vez gente
profesional, del Este de Europa –le dijo de pasada Travis mientras se encogía
de hombros.- Pero te digo que a estas horas el cuadro ya está fuera de la
ciudad, y me atrevería a decir que del país.
-No estés tan
seguro. Hay controles en todas las salidas y entradas a la ciudad. Estaciones
de trenes, de autobuses, aeropuertos, carreteras… No, el cuadro sigue aquí –le
aseguró mientras lo miraba fijamente y señalaba la mesa con su dedo de forma
reiterada.
-Es un encargo,
y tú lo sabes. El comprador ya debe tener el cuadro. Esa gente no pierde el
tiempo.
-Quiero que te
pegues a Jelena y trates…
-¿Sigues
pensando en ella? Joder, no me lo puedo creer Stuart –le dijo enfurecido con
él.- Acabo de decirte que pasó la noche conmigo. Eso te desmonta tu acusación,
tu cruzada por detenerla. Ella está limpia.
-Aun así, quiero
que trates de averiguar que hace en la ciudad. Cuando se marcha, a quien va a
ver…
-¿Pretendes que
sea tu chivo expiatorio? –le preguntó abriendo los ojos al máximo mientras los
deseos de golpearlo y derribarlo de la silla crecían en su interior como una
tormenta.
-Sólo te pido
que me ayudes. Y creo recordarte que sigues en activo, aunque tú dijeras que lo
dejabas. No tengo tu renuncia por escrito, ni entregaste la placa –le recordó
furioso por el comportamiento de Travis.- Deja que te diga que entiendo que
sigas enamorado de Jelena, pero ahora piensa, ¿y si ella fuera la Zarina? ¿Y si
nunca la pillamos porque en el fondo conocía cada uno de nuestros movimientos precisamente
porque era tu pareja? –le preguntó sembrando una duda razonable en la mente de
Travis.
Se miraron con
la tensión flotando en el ambiente. Ninguno de los dos parecía dispuesto a dar
su brazo a torcer en aquel asunto.
-Sólo quiero que
te acerques a ella e intentes averiguar si es ella o no. Nada más. Si estoy
equivocado podrás regodearte por ello delante de todos. Pero si tengo razón...
-No la tienes
Stuart –le interrumpió alzando un dedo para que se callara.- No la tienes.
Nunca la has tenido y te lo voy a demostrar –le dijo mientras la furia se había
adueñado de su mirada.
-Ojalá me
equivoque.
Travis se
levantó de la silla de golpe. Furioso con Stuart y con la mierda que le había
contado.
-Estás invitado
–le dijo mientras dejaba un billete sobre la mesa y lanzaba una última mirada
furiosa a Stuart.
-Estaré en el
Museo a las tres. Por si decides ir a echar un vistazo –le dijo mientras Travis
caminaba hacia la puerta del café.
Caminó sin rumbo
fijo mientras en su mente flotaba un solo comentario, una sola preocupación.
¿Era Jelena la Zarina? Se detuvo de repente como si aquella idea le impidiera
avanzar. Sonrió de manera cínica y sacudió su cabeza al tiempo que su mirada
permanecía perdida en un punto. La gente que se lo cruzaba lo miraba con gesto
de sorpresa, o se chocaba con él y lo maldecía. Travis seguía imbuido en su
mundo, en la preocupación que Stuart acababa de provocarle. Extrajo su cartera
del interior de su chaqueta con un solo pensamiento. ¿Aún la guardaba? Cuando
sus dedos la rozaron sintió la emoción de la situación. Sí, aún la conservaba.
Una vieja foto de Jelena y él durante una fiesta. Sonrió al recordar lo
borrachos que acabaron aquella noche, pero también lo bien que se habían
divertido. Aquella noche celebraban su segundo aniversario de convivencia, y en
ese momento jamás pudo pensar que ella se marcharía. Ahora, pasaba el pulgar de su mano por el
rostro achispado de Jelena y se preguntaba si ella era en verdad quien decía
ser.
-¿Quedamos para
comer?- La invitación lo cogió por sorpresa cuando escuchó su voz.
-Sí, por
supuesto –fue su respuesta sin poder apartar de su mente lo sucedido. La leve
sospecha de su verdadera identidad lo había sumido en una espiral de confusión,
y miedo. Tenía miedo por descubrir que Stuart tenía razón. Miedo a la verdad, y
a perder a Jelena una vez más. Porque si de algo estaba seguro es que si ella
se marchaba de nuevo, nunca más volvería a verla.
-Vaya, parece
que no te hace mucha ilusión –le comentó con un tono suspicaz, como si
sospechara que había sucedido algo.
-No, claro. Es
una buena idea. A la una te viene bien. He de hacer algunas cosas después.
-Perfecto. Yo
también tengo una agenda apretada esta tarde, pero me apetece comer contigo –le
confesó empleando un tono que se acercaba a la seducción.
-¿Dónde otras
veces?
-Por supuesto.
Travis cortó la
comunicación y se quedó pensativo mientras miraba el reloj. Tal vez no pudiera
ir al museo a las tres, de manera que pasaría por este antes de comer con
Jelena. No estaba seguro de si debería creer a Stuart, pero la curiosidad y sus
años de investigador le pudieron en esta ocasión, más que lo que sentía por
Jelena.
Se arregló
despacio, tomando su tiempo. Frente al espejo contemplaba su imagen reflejada
en éste tratando de sonreír tras la conversación que había mantenido con
Travis. Los recuerdos de la noche pasada se arremolinaron en su mente de igual
forma que el viento hacía con las hojas en otoño. Intento despejarse, aclarar
sus ideas, pero siempre volvía al mismo lugar. Le había gustado verlo,
sentirlo, desearlo, y amarlo por tan breve espacio de tiempo. Pero ahora… Sabía
que su tiempo era limitado. Al día siguiente con toda probabilidad abandonaría
la ciudad. Y eso era algo que le encogía el estómago provocándole náuseas.
Debería volverlo a abandonar después de todo lo que él había representado para
ella. Después de años de convivencia y de declararse mutuamente su amor. Pero
algo en ella no encajaba, su espíritu libre e indómito la arrastraba por medio
mundo sin ninguna atadura. Ahora, contemplando su imagen en el espejo de
aquella habitación de apartamento se daba cuenta de lo difícil que era romper
con el pasado. Y el daño que esto provocaría.
Saludó a los
agentes en la puerta mientras se identificaba. Para su sorpresa Stuart estaba allí.
Al verlo aparecer sonrió.
-No has podido
resistirte. Como en lo viejos tiempos ¿eh?
Travis se limitó
a encogerse de hombros mientras echaba un vistazo a su alrededor.
-¿Dónde estaba
el cuadro? –le preguntó con inusitado interés.
-Ven conmigo.
Travis cruzó el
vestíbulo de la galería siguiendo a Stuart hasta el lugar que ahora aparecía
acordonado y fuertemente vigilado.
-¿Cuándo fue el
robo? ¿Anoche?
-Exacto.
-¿No sonaron las
alarmas?
-Al parecer
contaban con perturbadores GSM para neutralizarlas.
-¿Ningún
guardia? –le preguntó mirándolo de pasada mientras inspeccionaba el lugar donde
había estado el cuadro.
-No se enteró de
nada. Al parecer no hubo ningún movimiento reflejado en los monitores.
-Imagino que
emplearían una grabación fija. ¿Huellas? ¿Algo?
-Poca cosa.
Travis abrió los
ojos al máximo en un claro gesto de no creer lo que le contaba.
-¿Y que relación
hay con Jelena?
-Lo que te
conté. Además, si pasó la noche contigo… -le comentó como dando por hecho que
ella no pudo haber sido.
-Ya claro
–asintió sin mirarlo, pensando aún en esa mínima posibilidad que él le había
planteado, y que por alguna causa desconocida todavía pululaba en su mente.
-Tendremos que
dirigir nuestras investigaciones hacia otro objetivo –le informó como sin no
tuviera interés en este asunto.- No obstante me gustaría que me llamaras si te
enteras de algo.
Travis le daba
vueltas en su cabeza al cambio de actitud de Stuart. Había acusado a Jelena de
ser ella la Zarina: pero cuando él le dijo que habían pasado la noche juntos,
bueno pues parece ser que desapareció de su lista de sospechosos. Stuart no era
de los que soltaban la presa tan fácilmente. Apostaba a que no dejaría de
indagar en la vida de Jelena buscando una conexión con la Zarina.
Se encontraba
sentado a la mesa cuando ella abrió la puerta y entró en el restaurante. Caminó
hacia él tratando de sonreír, aunque en su interior sabía que la situación no
le permitiría muchas alegrías. El gesto de su rostro parecía reflejar cierta
preocupación, recelo. No era el mismo que la noche pasada la había acompañado
hasta su apartamento, el mismo que la había contemplado a la tenue luz de las
velas con un gesto risueño. No. Esa chispa mágica se había consumido dejando
paso a una mirada cargada de escepticismo.
-Lamento el
retraso –le dijo apartando la silla para sentarse mientras él movía la cabeza
en silencio, dándole a entender que todo estaba bien. Sintió su mirada fija en ella,
escrutándola con minuciosidad. ¿Qué pasaba en su mente? ¿Qué había sucedido esa
mañana para que su actitud fuera diferente?- ¿Sucede algo? ¿Por qué me miras
tan fijamente?
-Porque estás
preciosa –le respondió provocando un leve sobresalto en ella. Sonrió
tímidamente mientras entornaba su mirada evitando la de Travis. No quería que
le hiciera sentir, no quería ser deseada como la pasada noche en la que había
vuelto a encontrar la pasión entre sus brazos. Su melena rizada del color del
vino estaba recogida dejando libre su rostro, donde sus ojos y sus labios eran
el perfecto reclamo.
Jelena inspiró
hondo y sonrió halagada por el comentario.
-Da gusto que a
una la saluden de esa manera.
-Celebro que te
guste –le comentó mientras en su mente seguía dándole vueltas a la conversación
con Stuart. A su visita al museo, a todo lo relacionado con la Zarina. Cuanto
más la miraba más imposible le parecía la idea de que fuera ella en realidad.
-¿Qué tal marcha la exposición? –le preguntó sin pararse a pensar si sería
conveniente adentrase en ese tema, puesto que era consciente que al final
acabaría llegando a lo sucedido anoche en la galería Windsor.
-Todo está
perfecto. Inauguran esta noche.
-Entonces te
veré allí –le dijo convencido de sus palabras y de que ella estaría. Pero
entonces percibió que el rostro de ella se transformaba.- ¿Sucede algo? ¿A qué
ha venido esa cara?
-No es nada –le
dijo restando importancia a su comentario.- No creo que pueda asistir –le dijo
desviando la atención hacia la carta.
-¿No? Pero si
eres la comisaria…
-Lo sé… pero
debo partir temprano mañana. Marcho a Bruselas a una conferencia –le informó
mientras sus palabras salían de manera atropellada por su boca dejándolo sin
capacidad de reacción. Jelena sintió su
decepción en su mirada. Sonrió tímidamente pero siguió como si en el fondo no
pareciera afectarle.
-Vaya, así que
vuelves a marcharte –susurró mientras trataba de ordenar sus ideas, sus
pensamientos mirando hacia otro lugar del restaurante.
-Ya sabes como
es mi trabajo. Cada día en una ciudad distinta.
-¿Piensas
regresar?
Jelena sintió la
opresión en su pecho, la angustia rodearla, atraparla sin poderla dejar escapar
de la red que ella misma había tejido. Sacudió la cabeza en sentido negativo,
ya que parecía que hubiera perdido el valor para responderle.
Travis no
pareció afectado del todo ya que esperaba algo así de ella. Huía una vez más
sin pensar en regresar. Jelena levantó su mirada de la carta y lo miró con
determinación tratando de hacerle ver que era su vida, su trabajo el que
primaba por encima de cualquier relación.
-No hace falta
que me digas más –le pidió levantando su mano para detener cualquier inútil
explicación por su parte.
El silencio se
instaló en la mesa que compartían como si de un tercer comensal se tratara.
Durante algunos minutos ninguno abrió la boca salvo para degustar un bocado.
Travis no podía creer que fuera a suceder otra vez. Siempre que venía él estaba
allí. La recibía pensando que aquella vez sería la definitiva. La que por fin se
quedaría de nuevo en la ciudad. Y siempre sucedía lo mismo. Ella acababa por
desparecer como la niebla de la mañana dejando paso a un precioso día. Sin
embargo, en su vida, cuando ella se marchaba, sólo le quedaba oscuridad,
tristeza y soledad.
-Siento que sea
así.
-No importa, no
tienes que disculparte. En su momento elegiste la clase de vida que te gustaba
llevar y en la que yo por desgracia no tengo cabida.
Jelena cerró los
ojos unos segundos tratando de recomponerse. Le dolía que le dijera eso, que la
hiciera sentirse culpable de su situación.
-No es eso es
que…
-Dime, ¿te has
enterado del robo de anoche? –le preguntó jugándose la última baza. No se le
había ido de la cabeza la Zarina, las coincidencias planteadas por Stuart, y si
ella volvía a irse…
-No, ¿qué ha
sucedido?
-Un nuevo golpe
de la Zarina –le comentó mirándola fijamente, esperando cualquier gesto que
denotara su nerviosismo, que le rebelara que era ella. Pero Jelena no se
inmutó.
-No tenía
conocimiento. ¿Qué ha sido esta vez?
Travis se quedó
callado, pensando en si debería rebelarle cierta información. ¿Y si ella
fuera…?
-Oh, nada un
cuadro. ¿Qué más podría llevarse? –le preguntó encogiéndose de hombros.
-Claro. Bueno
espero que no atente contra nuestra exposición –le confesó esbozando una
sonrisa.
-Depende de si
tienes cuadros valiosos…
-No te
preocupes. Son normales. De un coleccionista privado. Nada serio –le dijo
restando importancia.
-¿Por qué esa
marcha tan precipitada? ¿Quédate un día más? Bruselas está cerca desde aquí –le
pidió con un cierto toque de súplica que pareció conmoverla por unos segundos.
Y cuando Travis cogió su mano para intensificar aún más su petición, Jelena
hubo de ponerse la coraza, mantenerse fría y segura de su decisión.
-No puedo
Travis. Tengo billetes para irme temprano. Me esperan a comer en Bruselas.
No insistió.
Sabía que no merecía la pena hacerlo. No era la clase de mujer que le gustaba
que le insistieran para al final acabar cediendo. No, Jelena no era así.
-¿En qué andas
metido ahora? Lo último que supe es que dejaste la investigación.
Travis parecía
ausente, pensando en todo lo que sucedía alrededor de ella. La sombra de la
duda volvía a cubrir su mente. No quería ponerla a prueba porque tal vez no le
gustara lo que descubría.
-Estoy retirado.
Me dedico a la docencia.
-Vaya, olvidaba
que lograste terminar tu doctorado, y dar clase de literatura inglesa. ¿Qué tal
tus alumnos?
-Bastante
aplicados. No tengo quejas.
-Entonces, ¿has
dejado el cuerpo definitivamente? –le preguntó insistiendo en el tema, algo que
captó la atención de Travis.
-Sí. Del todo.
Jelena se quedó
callada sin decir nada.
-¿Y a Stuart que
tal le van las cosas?
-Supongo que
bien.
-¿No has vuelto
a hablar con él?
Travis la miró
divertido, sonriendo. ¿Qué pretendía? ¿Conocer su vida tras su marcha, o que le
contara qué hacía Stuart? ¿Tal vez quería saber en qué andaba metido? ¿El robo
del cuadro?
-No he vuelto a
hablar con él –le respondió empleando un tono que le dejaba claro que era mejor
que no siguiera por ahí.
Jelena se
percató de ello y decidió no insistir. El resto de la comida lo pasaron
hablando de temas banales, sin importancia alguna para los dos. Travis tenía la
sensación que aquella comida estaba resultando algo forzada, poco natural. Nada
que ver con la cena de la noche pasada. Algo había cambiado en el carácter de
Jelena. Tal vez el tener que marcharse tan pronto. Quizás fuera eso lo que la
había trastocado, y ofrecía una imagen distante, fría, y forzada. Había algo
que la inquietaba, pero que no se lo diría por mucho que le insistiera. De
manera que lo dejó pasar aunque en su cabeza
no dejaba de darle vueltas e intentaba encajar su comportamiento con el
puzle facilitado por Stuart.
-Si no vas a
estar esta noche en la inauguración…-comenzó diciendo Travis tratando de
hacerla cambiar de idea.
-Bueno tal vez
asista al principio y después me marche. Podemos vernos allí, si quieres…-le
dijo con un toque de culpabilidad en su voz por no quererlo volver a ver.
-Allí estaré –le
dijo convencido.
Jelena se
inclinó sobre él para depositar un beso en sus labios. Travis la rodeó por la
cintura y la atrajo con determinación hacia él, quería sentir su cuerpo junto
al suyo una última vez, sus labios suaves embriagándolo con el sabor dulzón del
vino, la suavidad de su piel… Tanteó sus labios hasta que Jelena lo besó de
manera posesiva, hambrienta, llena de pasión dejándose arrastrar por sus
sentimientos de mujer. El golpe del deseo latía desbocado y aunque parecía
querer dejarlo libre para arrastrarla hacia el final, se armó de valor y se
distanció de Travis. No era conveniente ahondar más en los rescoldos del
pasado, ya que era consciente que se avivaban con la sola presencia de él.
Travis la vio
alejarse mientras el sabor de sus labios aún permanecía en los suyos. Pero ello
no le hizo olvidarse de la conversación mantenida momentos antes, ni de todo lo
sucedido entre ambos. De nuevo la duda lo asaltó sin ninguna tregua, y en esta
ocasión Travis se dejó envolver por ella. Sacudió la cabeza apartando las
absurdas ideas que Stuart le había metido. Jelena se marchaba de nuevo porque
tenía una vida lejos de la de él. Simple y llanamente. Eso era todo. Una vida
en la que él no tenía cabida, salvo para cuando ella regresaba a la ciudad y
quería verlo.
Jelena se marchó
deprisa dejando a Travis solo, pero el estado de nervios en el que la había
dejado no era compatible con su situación. Debía mantener la cabeza fría en
todo momento, y centrarse en su trabajo. Sólo así las cosas saldrían adelante.
Y pensar en Travis, por mucho que le gustara, y por mucho que le hiciera
sentirse querida, no podía ser.
Travis no perdió
el tiempo una vez que Jelena se alejó de él. Debía ocuparlo en algo hasta la noche.
Y sabía perfectamente lo que tenía que hacer.
-Imagino que te
marchas mañana, ¿verdad? –le comentó el supervisor de la exposición mientras
terminaba de revisar que todo estuviera en su sitio.
-Temprano –fue
su escueta respuesta.
-¿No vendrás a la
exposición? –inquirió arqueando su ceja.
Jelena sacudió
la cabeza. Acudir significaba encontrarse con Travis y que todo volviera a
removerse. No. No era buena idea. No quería correr riesgos innecesarios.
-¿Dónde te
encontraremos?
-Marcho a
Bruselas. Pasaré un día antes de coger el avión hasta Praga. Allí descansaré un
tiempo.
El hombre
asintió como si estuviera complacido por su decisión. Praga le pareciera el
lugar idóneo para ello.
-Estaremos en
contacto –le dijo antes de volver al trabajo.- Ah, y cuídate –le recordó
volviéndose hacia ella.
-Escucha si
preguntan por mí esta noche…
-Sí, no te
preocupes. Te surgió un compromiso de última hora. Descuida –le dijo guiñándole
un ojo en señal de complicidad.
Durante toda la
tarde, Travis permaneció en la biblioteca echando un vistazo a los periódicos
de meses atrás, e incluso de años. Buscaba toda la información referida a la Zarina,
y a sus últimos golpes. Llamo a Stuart para preguntarle un par de cuestiones,
lo cual no dejó de sorprenderle, porque creía que le había dejado claro que no
tenía interés. Pero al parecer su conversación había surtido efecto. Travis no
le prometió nada pero siguió su investigación particular. Hasta que llegó la
hora de acudir a la presentación que Jelena había organizado.
Cientos de
curiosos se agolpaban a la entrada en un intento por acceder al interior de la
galería. Travis se dio cuenta que no había pasado si quiera por casa a
cambiarse de ropa. Claro que si ello representaba un problema podrían
decírselo. Hablaría con Jelena para solucionarlo.
Precisamente el
problema surgió de inmediato.
-Oh, vamos. No
es para tanto. Mi atuendo en el adecuado.
-Lo siento pero
son las normas –reiteró el hombre de seguridad impidiéndole el paso.
-Podría avisar a
la comisaria. Ella me conoce y estoy seguro que no podrá reparos en dejarme
entrar.
El rostro del
guardia se contrajo en una mueca de desagrado, como si le fastidiara tener que
molestarla. Además, tenía órdenes expresas de no dejar que nadie pidiera verla.
-Nos ha pedido que
no la molestemos. Lo siento señor.
-¿Qué ha dicho,
qué? –le preguntó Travis con un tono de incredulidad.
-No podemos
molestarla. Si es tan amable –le dijo apartándolo a un lado para dejar que los
demás entraran.
Travis le hizo
caso dejando el camino libre a la gente. Pero no pudo evitar parar a pensar en
las palabras del guardia. ¿Qué no la molestaran? Sacó el teléfono de su
chaqueta y la llamó. El teléfono de Jelena estaba apagado, o fuera de
cobertura. No perdió más tiempo y salió de allí. Sabía hacia donde debía
dirigirse.
-¿Travis? ¿Qué
haces aquí? –le preguntó fingiendo sorpresa mientras su escultural cuerpo
enfundado con tan solo una camiseta franqueaba el paso hacia el interior de su
apartamento. Su melena rizada caía sobre sus hombros ocultando parte de su
rostro. Estaba sexy. No endiabladamente sexy, pensó Travis mientras se olvidaba
de porqué diablos estaba allí. Sintió que su boca se secaba, que su lengua se
volvía pastosa, y las palabras no eran capaces de salir. Si sus sospechas eran
ciertas, aquella mujer era el mismísimo diablo.
-Vengo de la
exposición.
-Ya, no he ido finalmente
-Me he dado
cuenta.
-¿Qué querías?
–le preguntó con un deje nervioso en su voz por primera vez en mucho tiempo. Se
humedeció los labios, mientras su mano se apartaba el pelo del rostro.
Travis sonrió
burlón mientras apoyaba sus manos sobre sus caderas y miraba a Jelena como si
no pudiera creer lo que pasaba por su mente ahora mismo.
-¿Puedo pasar?
Jelena se apartó
dejándolo pasar al interior del apartamento. Lo primero que divisó fue la
maleta sobre el sofá del comedor llena de ropa para marcharse. Jelena lo invitó
a sentarse sabiendo que él se marcharía pronto. Debía tratar de alejarlo de
allí cuanto antes.
-No me dejaron
entrar. Al parecer no iba vestido apropiadamente –le dijo mientras él mismo se
miraba.- Te llamé pero tu móvil está apagado.
Su comentario la
pilló por sorpresa. No había caído en ello. Un descuido absurdo.
-Me he quedado
sin batería. Iba a cargarlo –le respondió con lo primero que le vino a la
mente.- ¿Cómo sabías que estaba aquí?
-No lo sabía.
Vine y vi la luz encendida de manera que decidí subir.
-Bien, pues aquí
me tienes, ¿qué más quieres? –le preguntó sentándose frente a él con las
piernas cruzadas sin importarle el hecho de que Travis la pudiera ver en ropa
interior.- Ah, pero te aviso que si intentas convencerme de que me quede,
mañana…
-Sí lo sé. Sales
para Bruselas temprano –le recordó como un autómata mientras asentía, y la
miraba sin poder creerlo todavía.
-¿Te apetece
tomar algo? ¿Un café? ¿Una cerveza?...
-Un café estaría
bie. Necesito despejarme –le dijo mientras la observaba detenidamente, tratando
de averiguar su estado emocional por verlo allí.
Jelena se
levantó y caminó hacia la cocina acompañada en todo momento por la mirada de
Travis. Escuchó el sonido de la cafetera mientras pensaba si debería mostrar
sus cartas para ver su reacción. Sin embargo, el sonido de un móvil lo sacó de
sus pensamientos. Era un sonido de sms, que Jelena no pareció escuchar a juzgar
porque no hizo intento de buscarlo. Travis se incorporó buscando el móvil. Sacó
el suyo y volvió a marcar el número de Jelena, pero éste seguía apagado. Luego
había otro en la habitación. Paseó por el salón mirando por encima hasta dar
con él. Jelena seguía en la cocina preparando el café cuando Travis lo divisó
entre la ropa. Lanzó una mirada a éste y se acercó para leer el sms. Lo dejó en
cuanto sintió que la cafetera había terminado y que Jelena vertía el café.
Cerró los ojos mientras volvía a su sitio. Su acto había sido rápido y preciso.
No había perdido el olfato pese a llevar apartado más de un año de la policía.
Ahora todo encajaba, sus sospechas eran ciertas. Pero, ¿qué haría? Se sentó y observó
como ella venía hacia él con la taza en la mano tratando que no ser vertiera
sobre el parquet.
Estaba
desconcertado. Sin capacidad de reacción por unos segundos. No esperaba eso de
ella. No había querido creerlo hasta que sus investigaciones aquella misma
tarde lo corroboraron.
-¿Qué te sucede?
¿A qué viene esa cara? –le preguntó mientras se sentaba frente a él.- Bueno si
no te importa voy a terminar de hacer la maleta –le dijo volviendo hacia ella y
cogiendo un pantalón para ponérselo. Fue entonces cuando vio el móvil. Y cuando
se dio cuenta que algo no encajaba. Pasó el dedo por la pantalla y vio que
tenía un mensaje. El corazón le palpitó acelerado cuando se dio cuenta que
alguien lo había leído. Cerró los ojos e inspiró profundamente antes de erguirse
y volverse hacia Travis. Éste tenía la cabeza inclinada sin mirarla. Miraba el
vacío.
-¿Por qué? –le
preguntó sin tener el valor de enfrentarse a su mirada.
Jelena lo
contempló si capacidad de reacción. Cerró sus ojos mientras se mordía el labio
presa de los nervios. Ahora lo sabía todo. No hacía falta disimular con él.
-Dime que no es
lo que yo pienso en estos momentos. Dímelo y te creeré.
Aguardó
pacientemente que ella lo desmintiera, que le dijera que estaba equivocado.
Pero Travis no escuchó ni una sola palabra saliendo por su boca. Se levantó
como si de un tornado fuera y arrojó la taza de café contra el suelo, sin
importarle que se hiciera añicos, que el contenido se vertiera y manchara el
parquet y salpicara las paredes. En ese instante todo le daba igual.
La miró a la
cara intentando encontrar la respuesta a su pregunta. Pero lo más que halló fue
sus ojos brillando como nunca antes. Travis sintió que los nervios lo
atenazaban, y que una sonrisa nerviosa lo invadía provocándole las carcajadas.
-Por eso
viniste. Ahora lo entiendo todo. Que necio he sido –murmuró sintiendo lástima
por él mismo. Cerró los ojos intentando pensar que todo aquello no era más que
un sueño del que se despertaría en cualquier momento. Lo haría junto a ella, y
se reiría de todo lo soñado. Pero por más que lo intentó no lo consiguió.- La
llamada, la cena, la noche, la pasión, todo… ¡Todo era una puta mentira!
–exclamó mirándola con la ira llameando en su ojos, mientras Jelena era incapaz
de decir nada. Estaba absorta en sus pensamientos, era incapaz de moverse.
-No todo Travis
–le dijo tratando de recomponerse, de rehacerse, y no hacerle más daño.
-¿Ahora vas a
decirme que en verdad sentías lo que me decías cuando estábamos en la cama?
¿Vas a decirme que no me has utilizado? –le preguntó encarándose con ella,
sumergiéndose en su mirada, ahogándose en sus lágrimas…
-Sentí en todo
momento lo que te dije, lo que hice…
-Mientras tu
gente robaba el cuadro. Nadie puede relacionarte con el robo. Ahora mismo no sé
que me duele más Jelena –le dijo cogiendo su rostro entre sus manos mientras la
sentía temblar.- Si enterarme de que eres la Zarina, o enterarme de que me
hayas utilizado.
La soltó
lentamente mientras sacudía la cabeza sin querer pensar en nada más.
-Has visto el
mensaje…Siento que te hayas enterado de esa manera. No pensaba que…
-Pensabas
desaparecer de mi vida una vez más. Como hace años. Pero no, no ha sido sólo el
mensaje de tu gente. A estas horas el cuadro ya está fuera de la ciudad, como
indica tu comunicante anónimo –dijo señalando el móvil-. Stuart me contó que te
seguían la pista –aquella revelación sacudió a Jelena, quien abrió los ojos al
máximo de manera expectante.- Sí, es la verdad y yo te defendí delante de él
negando y rechazando esa hipótesis. Y mira por donde ahora descubro que tenía
razón. No hay ninguna conferencia en Bruselas –le dijo con total seguridad
mientras extraía un papel doblado de su pantalón y se lo tendía.- Es tu vía de
escape.
Jelena ni
siquiera rozó el papel y Travis lo dejó caer al suelo mientras seguía
mirándolo.
-¿Qué piensas
hacer?
-Nada. No voy a
hacer nada. Es más sabes de sobra que no serviría de nada. Yo soy tu coartada.
La coartada perfecta. Aunque dijera que lo sé de ti, no tendría sentido.
Accediste a pagar la cuenta anoche con tarjeta para que quedara constancia de
tu presencia en el restaurante junto a otra persona.
-Podría destruirlos. Decir que alguien me la robó…
-Eso ya no
importa. De todas formas nunca te entregaría, ni declararía contra ti y lo
sabes –le dijo mirándola fijamente.
Jelena sentía
que en el fondo había sido injusta con él por utilizarlo. No debió hacerlo
sabiendo lo que había habido entre los dos. Pero por encima de todo porque lo
seguía amando a pesar del paso del tiempo.
-Sólo te pido
una cosa Jelena –le dijo acercándose por última vez a ella, dejando que su
aroma femenino lo envolviera, que la dedicara una última mirada.- Nunca vuelvas
a llamarme.
Sintió el desgarro en su
interior, como si le hubieran arrancado el alma con esas palabras. Cerró los
ojos para intentar contener las lágrimas una vez más, pero cuando Travis se
giró para marcharse las dejó correr por sus mejillas. Nunca quiso que él lo supiera,
pero conocía el riesgo de emplearlo para que fuera su coartada, y nadie pudiera
relacionarla con el robo del cuadro. Sabía que iban tras ella por estar metida
en el mundo del arte. Quiso preparar bien este golpe rodeándose de los mejores,
y lo consiguieron. Teniendo a Travis de coartada todas las sospechas se
alejarían de ella. Le permitirían descansar una larga temporada hasta que los
rumores se acallaran. Y entonces, tal vez volviera.
Wow!, que bien escribes!. Me ha encantado el relato... Sentí pena por los dos, x k aunke ella lo ha utilizado, en el fondo, lo amaba y se sentía mal x verse en la obligación de utilizarlo... y él, pobrecito, utilizado x la mujer k ama... k encima era su objetivo cuando estaba en activo... k put--a ^.^
ResponderEliminarVeo k dominas muy bien todo esto del mundo policial.. a k te dedicas, no serás poli, además de escritor?, jejeje
Bueno Kike, ha sido un placer leerte. Saludos y bs!
Gracias por pasarte y leerlo. La verdad, no soy policia, jajajajaja, desde hace unos meses me dedico solo a la Literatura. Y creo que seguiré por ahí. No me va tan mal como escritor de novela romántica y juvenil.
ResponderEliminarSaludos :)