19 abr 2012

Atrapado para la eternidad

Os dejo en compañía de una nueva historia. Espero que os guste. Es la primera vez que escribo sobre esta temática, llevaba tiempo con ganas de hacer algo así y por fin hoy está aquí. De manera que espero que guste. Gracias.

Caminaba de acera a acera tratando de mantenerse en pie  al tiempo que intentaba encender un cigarrillo; pero dada la ingesta de alcohol de horas pasadas aquello le resultaba harto difícil. Al no lograr sus propósitos se lo arrancó literalmente de la boca y lo arrojó contra la sucia acera. Unos metros más adelante volvió a intentarlo con otro no siendo consciente que minutos antes había desechado ya uno. Se detuvo un momento mientras era observado por una sombra. El hombre la vio a través de la pequeña llama del encendedor y sonrió de manera cínica al comprobar por su esbelta silueta que se trataba de una mujer. Sí, se dijo. Buena compañía para acabar la noche. Guardó el encendedor en el bolsillo de su pantalón y caminó lo mejor que pudo hacia ella. No se fijó bien en su rostro, ni en el color de sus cabellos, ni mucho menos en el de sus ojos. En parte debido a la oscuridad de la calle, tan sólo iluminada por la tenue luz de varias farolas, y por su acusado estado de embriaguez. A unos cuantos metros alejados de ellos, un sin techo empujaba su carrito cargado con toda clase de cachivaches: cartones, una alfombra, bolsas de plásticos, botellas,... El chirrido estridente de las ruedas se dejaba escuchar en la quietud de la noche. El mendigo empujaba sus pertenencias en dirección a la pareja pero sin ser consciente de lo que estaban haciendo. Algunos objetos se cayeron al suelo y se detuvo para recogerlos. Su curiosidad le obligó a fijarse mejor en la pareja. Él era un tipo elegante a juzgar por su traje, de esos que tienen dinero y que parecía tener una cogorza de aupa, dedujo. Sonrió mientras dejaba ver sus amarillentos dientes. La chica debía ser una fulana por la forma que vestía y por sus zalameros modales con el joven. Sin duda estaban acordando la tarifa por un servicio, y el lugar donde lo llevarían a cabo. Al cabo de breves instantes ambos se marcharon doblando la primera calle a la derecha mientras el mendigo terminaba de recoger sus pertenencias y continuar su camino.
Amanecía cuando el mendigo hacia su ronda por los contenedores cercanos a donde había pasado la noche. Empujaba su carrito hasta situarlo en la entrada de un callejón con olor a alcohol y a orines. Rebuscó en el primer contenedor del que extrajo algo de comida de una bolsa mugrienta; seguramente de alguno de os restaurantes cercanos. Echó un último vistazo antes de volverse hacia el segundo pero entonces sus pies tropezaron con algo. Bajó la vista hacia el suelo y vio un par de zapatos que sobresalían de entre un montón de cartones. No le habría dado la más mínima importancia de no haberse fijado en los zapatos. Finos, elegantes, caros. Se quedó mirándolos durante unos instantes en lo que su mente retrocedió unas cuantas horas. Recordó perfectamente donde los había visto. Sonrió mientras se acercaba hasta el hombre. Le tocó ligeramente en los pies para ver si se movía, pero no respondía. Insistió una vez más y al darse cuenta que no emitía sonido alguno se acercó más. Por su mente pasó la idea de que tal vez la borrachera todavía le durara y que durmiera profundamente. Se pasó las manos por los agrietados labios y tras echar un vistazo a la entrada del callejón por ver si alguien venía, se apresuró a despejar los cartones y plásticos que lo cubrían. Tal vez no echara en falta algunas monedas o billetes con los que él podría desayunar. Confiado comenzó a retirar el montón de suciedad que lo cubría hasta que el rostro del hombre quedó expuesto ante sus ojos y entonces el último cartón se deslizó en su mano yendo a parar al suelo de manera lenta.


Frank recibió el aviso de su compañero Mitch. En esos momentos no andaba lejos del lugar. Aparcó el coche justo al límite de la cinta amarilla que la policía había extendido por el perímetro. Las miradas de los agentes no eran nada agradables al verlo llegar pero nada más que Frank puso el pie en el asfalto y emergió del coche todo estuvo en orden. El capitán Furillo caminó hacia él.
-Un tipo con la garganta abierta.
-No está mal para desayunar ¿no jefe? –le dijo de modo socarrón.
Pasó por debajo de la cinta y se adentró en el callejón mientras se ponía guantes de látex.
- No veas lo que tenemos –le dijo a modo de saludo Mitch.
- Sí, el jefe ya me ha puesto al día. Pero prefiero que doc me haga un resumen rápido y exhausto de esos que tanto le gustan –le dijo mientras caminaba hasta situarse junto al doctor.
- Frank –le dijo a modo de saludo.
- Dime la carta Simon.
- Se trata de un varón. Caucásico. De entre treinta y treinta y cinco años y que responde al  nombre de Ross Everett. A mi modo de ver era alguien acomodado a juzgar por el traje y los zapatos. No le han quitado nada. Tiene la cartera –le dijo pasándosela para que comprobara que no le faltaba nada.- El reloj, el teléfono móvil. No parece que le falte nada.
- Si no le han robado, ¿qué motivo tenía quien lo hizo para rajarle el cuello? –preguntó confuso Mitch mientras sacudía su cabeza.
- ¿Tenemos algún testigo? ¿Alguien vio algo? –preguntó mientras echaba un vistazo a la cartera.
-Aquel tipo –señaló Mitch al mendigo, quien ahora aparecía arropado por una manta de la policía y sostenía un vaso de plástico con café, seguramente.
Frank lo contempló en silencio durante unos segundos. Luego desvió la mirada hacia Mitch dándole a entender que no sacarían mucho de él.
- ¿Le has tomado declaración?
- Dice que vio al hombre en compañía de una mujer –comenzó diciendo Mitch mientras captaba la atención de su compañero.- Según cree puede ser una prostituta.
-¿En qué se basa? –preguntó Frank frunciendo el ceño ante esa conclusión.
-Ella estaba de pie, en la prolongación de esta acera. El hombre se acercó hasta ella y tras estar charlando durante unos minutos se fueron juntos.
-¿Se fijo en qué aspecto tenía?
-Era noche cerrada. Estaba muy oscuro pero dice que era más baja que él.
Frank no dijo nada. Aquello era muy general. No valdría de nada. Encaminó sus pasos hacia el mendigo, quien lo observaba con curiosidad mientras avanzaba hacia él.
- A ver buen hombre. ¿Puedes describirme a la mujer que viste?
-Ya se lo he dicho...
- Sí, si . Estaba muy oscuro pero algo verías. ¿Color del cabello? ¿Ropa?
El mendigo pareció pensar durante unos segundos en aquella información, aunque a Frank le parecía que estuviera ganando tiempo o haciéndose el interesante. Sacó un billete de diez del bolsillo y lo mostró al mendigo. Nada más verlo su mano se abalanzó sobre éste, pero Frank apartó la mano a tiempo y sonrió sacudiendo la cabeza.
-Dime algo y será tuyo.
- La mujer era rubia con el pelo corto y rizado. Vestía un abrigo rojo y zapatos de tacón a juego. Es lo único que vi.
-¿Hacia donde se dirigieron?
- Hacia allí –respondió señalando con su brazo extendido.
- ¿Qué hora era?
-No sé. No tengo reloj –respondió encogiéndose de hombros.
Frank sonrió.
- ¿Has tocado el cuerpo? –le preguntó haciendo referencia a éste con el brazo.
-Nooooo –respondió con cara de espanto, como si hubiera violado alguna norma.
-Está bien si te acuerdas de algo –le dijo tendiéndole su tarjeta.- Como sé que no tienes teléfono puedes acudir al café de Moli. Enséñales la tarjeta. Sabrán qué hacer.
El mendigo cogió la tarjeta con sus manos ennegrecidas y tras pasar la vista por ésta y no entender qué ponía se la guardó en el bolsillo del abrigo mientras Frank y Mitch volvían junto al doctor.
- ¿Has encontrado algún cabello rubio?
-Tengo algunos en una bolsa.
-Al menos el mendigo ha dicho la verdad –apuntó Mitch.
-¿Cuánto crees que lleva muerto?
-No más de cuatro horas. Pero es extraño –comentó el doctor como si hablara para él mismo. Su mirada quedó suspendida en el cuerpo y ni tan si quiera era capaz de pestañear.
-¿Por qué? –inquirió Frank.
-El cuerpo sólo presenta una herida –comenzó diciendo mientras señalaba el corte de la garganta.- Pero según los primeros análisis su pérdida de sangre ha sido superior a la provocada por el corte.
-Tal vez se haya desangrado. Le cortaron la garganta y lo dejaron ahí –apuntó Mitch.
-No, no. No hay restos de sangre en el callejón –aseguró el doctor convencido de lo que decía.- Ni si tan siquiera en las inmediaciones. ¿Os habéis fijado? –les preguntó con cara de extrañeza.
-Tal vez lo mataran en otra parte y lo trajeran aquí –se aventuró a decir Frank.
-¿Con qué motivo? –preguntó ahora Mitch.
-Podría ser el caso pero aún así habría un rastro hasta llegar aquí. No lo sé, pero al cadáver le falta sangre y aquí no está... Será mejor que esperamos a ver qué dice la autopsia –sugirió el doctor.
-En ese caso tenme informado en cuanto tengas los resultados. Vamos a ver el resto de callejones en un par de manzanas –dijo Frank haciendo un gesto a Mitch para que lo siguiera.

¿Los habría visto aquel mendigo? se preguntaba mientras recomponía su aspecto. No estaba segura aunque por ahora no se preocupaba lo más mínimo de ello. Sabía que podría encontrarlo cuando quisiera, y terminar con todo. Ahora debería centrarse en la exposición de cuadros que inauguraría esa misma noche y a la que seguramente acudirían numerosos invitados.
Frank recibió la llamada de Simon y acudió junto a Mitch a verlo. Simon lo condujo hacia la sala de autopsias donde descansaba el cuerpo del fallecido.
-En primer lugar quiero deciros que todo esto es muy extraño.
-Explícate –le apremió Frank.
-Como os comenté en el escenario del crimen a este cuerpo le falta mucha sangre.
-Pues nosotros no hemos encontrado restos en las calles y callejones cercanos –apuntó Mitch.
- Ya os he dicho que seguramente lo mataron en otra parte y se desangró hasta que lo depositaron en el callejón. Lo que me sorprende es las molestias que se tomaron para ocultarlo –dijo Frank pensando en la disposición del cadáver en el callejón.
-He inspeccionado la herida. Está hecha con algo bastante afilado. El corte es limpio y  va izquierda a derecha.
-Luego quien lo hizo es diestro –apuntó Mitch.
-Al concentrarme en la herida mi sorpresa ha sido mayúscula por varios aspectos –comenzó diciendo Simon mientras se colocaba las gafas.- Lo primero que he encontrado marcas de un pintalabios.
-Eso corrobora la versión del mendigo de que se marchó con una mujer –apuntó Mitch de manera natural mirando a Frank, quien asintió muy despacio.
-No te veo como un experto en pintalabios de manera que no sabrás la marca, ¿verdad?
-Aún no lo soy –comentó con risas-. He mandado una muestra para el laboratorio.Lo mismo que el perfume. Bastante fuerte y que también ha sido mandado a analizar. También hemos encontrado pelos de color rubio, pero que parecen sintéticos pues carecen de raíz.
-Una peluca –apuntó Mitch.
-Si, casi con toda seguridad me atrevería a decir que así es.
-¿Algo más?
-Sí chicos. Prepararos para lo que voy a deciros –les dijo Simon mirando a ambos fijamente.- Porque estoy seguro que no os lo vais a creer...
Ambos detectives intercambiaron sus miradas por unos breves instantes aguardando a que Simon se explicara, y se dejara de tanto misterio.

Frank y Mitch tomaban un café mientras charlaban sobre el sorprendente hallazgo de Simon.
- ¿Tú te lo has creído? –le preguntó Mitch mirando a su compañero, y como la mirada de éste permanecía fija en el vacío.
- ¿Me tomas el pelo? –le preguntó incrédulo mientras cogía la taza de café y sorbía un poco.
-Pero no me dirás que es una posibilidad, y que explicaría...
-Mitch, por favor, ¿es que te has creído las explicaciones de Simon? Todo lo que ha contado no es más que una simple artimaña para despistarnos y hacernos creer en lo que no es –le aclaró con cierta ironía en el toque de su voz.
- Bueno, por ahora lo que tenemos es a una mujer que...
-No sabemos que fuera una mujer. Sabemos que usa peluca y pintalabios –puntualizó Frank.
-Como quieras.
-Cualquier cosa menos lo que acaba de decirnos Simon –le dejó claro mientras apuraba su café.
- Oye ¿qué haces esta noche? –le preguntó Mitch tratando de restar importancia al caso.
-¿Vas a proponerme una velada romántica? –le preguntó con sorna Frank.
- Nada de eso. Pero tengo una amiga que regente una galería de arte y me ha invitado a la exposición cuadros de una pintora francesa. Te lo pregunto pro si quieres venir. Así nos olvidaremos de todo lo que Simon ha contado. Es más no podemos hacer mucho más hasta que no tengamos más datos.
Frank se mantuvo pensativo unos instantes.
-Vale. De todas formas intentaremos averiguar algo más acerca de la vida de Ross Fall. Deja a este invito yo –le dijo mientras dejaba un billete sobre la mesa.

- No he encontrado nada a destacar en la vida de Ross Fall –comenzó diciendo Mitch cuando se reunió con Frank para asistir a la exposición de pintura.
-Yo tampoco. Al parecer esa un tipo de lo más corriente. ¿Quién pudo haberlo hecho? ¿Una prostituta a la que no pagó?
-¿Y cómo lo llevó hasta el callejón? –preguntó Mitch mientras sujetaba la puerta de la galería para que Frank entrara.
-Con ayuda.
Entraron en la galería donde nada más ver a Mitch su amiga acudió a saludarlo.
-Susan, celebro verte. Ah, este es mi compañero Frank.
-Encantado –dijo estrechando la mano de una mujer de treinta y poco años con el pelo corto y moreno. Vestía de manera informal con una chaqueta y unos vaqueros.
- Dejadme que os presente a la pintora. Venid –les dijo mientras lo conducía por la galería hasta el lugar donde una mujer enfundada en un vestido rojo departía amistosamente con más gente.
- Chloe –dijo la amiga de Mitch a la mujer, quien se volvió hacia ellos para captar su atención debido a su belleza. Una mujer de trazos finos y piel blanca sobre la que resaltaban unos ojos color de la miel a juego con sus cabellos. Una mujer enigmática y que parecía estar rodeada de un halo de misterio o misticismo.- Estos son Mitch y su compañero Frank.
-Policías –dijo al momento mientras tendía su mano hacia éstos y esbozaba una tímida sonrisa.
-Detectives –asintió Mitch corrigiéndola.
- ¿Eres de por aquí? –le preguntó Frank para romper el hielo.
-¿Pretende interrogarme detective? –le preguntó con un claro gesto burlón que no pareció gustar a Frank.- Ahora en serio, nací en Francia, aunque viajo tanto debido a mi exposiciones que ya no sé ciertamente de donde provengo.
-Interesante –dijo Frank sin saber qué más decir puesto que por algún extraño motivo se sentía atraído por aquella enigmática mirada.
- Si me disculpáis –dijo Susan- he de atender a otras personas.
Los tres asintieron mientras veían marchar a Susan, y Chloe seguía conversando con Frank.
-¿Le gusta la pintura detective? –preguntó mientras caminaba en dirección hacia uno de los cuadros.
-Llámame Frank. Detective es demasiado formal –le corrigió esbozando una tímida sonrisa.
-Oye Frank voy  a dar una vuelta por ahí –les interrumpió Mitch mientras se alejaba.- No vemos más tarde –le dijo mientras le guiñaba un ojo.
Frank se centró en el cuadro y en la explicación de la pintora ajeno a los comentarios de Mitch e incluso a todo lo sucedido a lo largo del día.
 
Se encontraba bien en su compañía, algo poco habitual en ella. Pero sabía perfectamente hasta donde le estaba permitido llegar. Lo miraba con curiosidad como quien mira algo por primera vez y descubre algo interesante. Le atraía el misterio que lo envolvía. Sus ojos reflejaban una personalidad tan clara, tan transparente. Su sonrisa fugaz que se dibujaba en su rostro le pareció tierna, dulce e incluso pensaba que reflejaba cierta timidez. La noche pasaba rápido. Sin darse cuenta se habían quedado solos. Charlando como si se conocieran de toda la vida. Y cuando él se ofreció a acompañarla ella sintió que temblaba después de tanto tiempo. ¿Cuánto hacía que no se sentía así? ¿Cuándo fue la última vez en la que se permitió la licencia de soñar? Hacía ya una eternidad de ello. Consiguió hacerle desistir de su amable invitación de acompañarla. Debía mantenerlo alejado de ella. Por su propio bien.

No había sonado el despertador cuando Frank escuchó el teléfono. Miró el reloj despertador sobre su mesilla. Los números en rojo marcaban a penas las seis de la mañana. Descolgó para escuchar la voz de Mitch al otro lado.
- Frank, disculpa que te haya despertado pero tienes que ver esto.
La voz sonó cargada de preocupación. Algo no iba bien, se dijo mientras murmura un “dame quince minutos”.
Llegó de inmediato al lugar de los hechos. Esta vez en un parque algo apartado del centro. El rostro de Mitch al mirarlo fijamente acercarse al lugar del crimen no presagiaba nada bueno. Sacó un par de guantes de látex y se los ponía mientras se acercaba al forense Simon.
-Es el mismo modus operandi. Le ha rajado el cuello. La víctima parece ser que salió a correr. Lleva ropa deportiva –señaló Simon.- No llevaba cartera. Ni dinero. Nada.
-¿Ni un teléfono? –preguntó Mitch.- ¿Unas llaves?
Simon negó rotundamente moviendo la cabeza.
-¿Hay algún cabello? ¿Pintalabios? –preguntó Frank repasando las notas del anterior crimen.
 -Por ahora es pronto para decirlo. Necesito un examen más detallado. Por cierto en el laboratorio ya tienen los resultados de las muestras del otro cuerpo. Alan os contará lo que han averiguado.
- Claro.
-Antes de que os marchéis sabed que este también ha perdido una gran cantidad de sangre –les informó antes de que se marcharan.
Ambos miraron al doctor y después entre si. Mitch advirtió por la mirada de Frank que no había nada que decir. Nada que comentar.
Cuando se hubieron marchado Mitch cambió de tema, sabiendo lo que diría Frank.
-Oye, ¿qué tal te fue con la pintora? –le preguntó sonriendo de manera cínica.
-Bien.
-¿Sólo bien? –insistió Mitch sin dar crédito a aquella respuesta.
-No dejó que la acompañara. Punto final.
-¿En serio? No me lo puedo creer. Vaya, ¿y piensas pasar a verla por la exposición?
 Frank sonrió ante aquella pregunta. Se detuvo y miró a su compañero.
-Oye ¿por qué no me cuentas que tal con tu amiga Susan eh? Anda vamos a ver que si tienen los resultados de las muestras del primer cuerpo.

Una necesidad acuciante de hacerlo la había empujado a ello. Y más después de cómo se sentía tras las horas pasadas en compañía de él. Su inesperada presencia la habían alterado demasiado hasta el punto que cuando se despidieron, hubo de actuar de inmediato. El hambre rugía en su interior como una fiera descontrolada. La se le abrasaba la garganta. No tenía tiempo que perder si quería lograr controlar sus sentidos. Fue sencillo embaucarlo. Un joven atractivo que no supo negarse a ayudarla. Para cuando se dio cuenta de lo que le sucedía ya era tarde. Muy tarde. No fue consciente de lo que sucedía. Mejor así. No sufrió.


-El cabello encontrado proviene de una peluca –comenzó diciendo Alan, un joven aprendiz de forense.
-Lástima –exclamó Mitch-. Por otra parte, era lo que temíamos. Y del resto
-El pintalabios es rouge de Boujoirs. Una marca francesa conocida. Simple.
-¿Vas a decirnos algo interesante o todo van a ser noticias como esta? –preguntó molesto Frank.
-Algo que os va a sorprender tanto o más que a mi –les dijo mientras rebuscaba entre las notas de la carpeta. No percibió la mirada que Frank y Mitch intercambiaron, temiendo lo peor.- Sí, aquí está. La camisa del hombre muerto contenía trazas de perfume.
-El suyo, imagino –apuntó Mitch.
-Sí, pero había otro más.
-¿El de la supuesta asesina?
-Exacto.
-¿Cuál es?
-Aquí viene lo sorprendente. El perfume es Chabriol de la casa francesa Legrain.
Al escuchar la palabra francesa por segunda vez Frank comenzó a tener una ligera sospecha. Pero no, no podía ser. ¡Qué estupidez!
-¿Dónde está la sorpresa? –preguntó tratando de centrarse en lo que merecía la pena.
-En que la casa que lo fabricaba cerró hace un siglo.
Durante unos segundos ninguno de los tres dijo una sola palabra. Se limitaron a mirarse entre ellos.
-Bueno, pero imagino que alguna filial u otra compañía lo seguirá fabricando –sugirió Mitch, quien vio como Alan negaba con su cabeza.
- ¿Me estás diciendo que alguien está usando un perfume de hace más de cien años hoy en día? –le preguntó Frank sin saber qué más poder decir.
-Exacto. La casa que fabricaba el perfume cerró hace ya más cien años. Nadie ha sabido darnos respuesta a ello. Pero según hemos podido averiguar ese perfume no lo fabrica ninguna otra compañía. No existe porque nadie conoce su fórmula. Y para remataros os diré que hemos encontrado residuos pero que no son humanos.
-¿Residuos? –preguntó Frank confuso.
-Saliva. Restos de saliva en el cuello de la víctima.
-¿Y cuál es el problema?
-La saliva no es humana.
-¿De algún animal tal vez? –se aventuró a sugerir Mitch.- ¿Un perro? ¿Un gato callejero?
-Nada de eso. Desconocemos su procedencia.
-Tal vez la máquina se haya equivoca. O esté averiada –sugirió Mitch.
-Volveremos a hacer el test.
Los dos detectives se miraron en silencio mientras digerían la noticia. Cada uno de ellos de una forma distinta. ¿Qué estaba sucediendo? Perfumes de hace un siglo; dos muertos con la garganta abierta; una enigmática pintora de Francia; restos genéticos que no coincidían con un humano ni un animal.

Eran casi las nueve cuado Frank pasó a ver a Chloe. Durante todo el día una absurda idea se había ido formando en su cabeza hasta el punto de que iba a asegurarse de ello. La galería aún estaba abierta, aunque no había ninguna visita. La luz era tenue, la suficiente para iluminar los cuadros que vistos ahora ofrecían una visión completamente diferente a la del día anterior. Caminó lentamente sobre la moqueta de color azul noche sintiendo como sus pisadas quedaban amortiguadas. Era extraño que no hubiera nadie ya que aún faltaba una hora para el cierre. Frank anduvo por las diferentes salas buscando a la mujer.
Sentía su presencia a medida que se acercaba más y más a ella. Lo notaba inquieto, preocupado y ansioso al mismo tiempo. Pero no le preocupaba pues podría controlar su estado.
-Buenas noches detective –le dijo con un tono serio, mientras seguía pintando de espaldas a él.
Frank se quedó clavado allí donde estaba. ¿Cómo sabía que era él quien había entrado? No había hecho el menor ruido.
-¿Cómo sabías que...? –las palabras se quedaron atascadas en su garganta sin lograr encontrar la salida.
-Intuición femenina –se limitó a responderle.
-La puerta está abierta. ¿No tienes miedo que alguien entre?
Chloe siguió pintando mientras notaba su presencia física cada vez más cercana.
-No temas. Aquí estoy segura –le comentó mientras desviaba el rostro hacia él.
Sus cristalinos ojos lo atraparon sin medida. Sin saber como. No lograba descifrar el embrujo que ella ejercía sobre su ser. En un gesto repentino se inclinó para besarla. Chloe fue consciente en todo momento de lo que iba a hacer. Dejó que se acercara. Quería aspirar su aroma. Sentir su aliento sobre su rostro. El leve roce de los labios provocó que la hoguera que crepitaba en su interior se alzara poderosa devastando todos sus sentidos. Dejó que la besara aunque ella también sentía esa necesidad. Devoró sus labios con ferviente pasión, sin medir las consecuencias de lo que estaba haciendo, sin ser consciente de su naturaleza y de las consecuencias que aquello podría tener. Se sintió como una mujer deseaba por primera vez en mucho tiempo y se abandonó en brazos del detective. El beso se intensificó hasta el punto que no pudo controlar su deseo y sin poder remediarlo mordió al detective. Éste intentó apartarse al sentir el dolor y el sabor de la sangre, pero ella lo atrajo hasta su cuerpo y se aferró con más fuerza para evitar que huyera. Saboreó su sangre durante unos breves instantes. Era cálida y dulce y sirvió para apagar momentáneamente la sed que su presencia le había provocado.
Frank sentía como si le absorbiera poco a poco con cada beso. Sus labios lo había atrapado y ahora succionaba ávidos los suyos. Por fin consiguió separarse de ella y la contempló atónito. Sin saber muy bien qué pensar de ella. Su mirada se había vuelto más luminosa. Sus mejillas se habían teñido y sus labios. ¡Oh sí, sus labios aparecían hinchados y de un color rojo intenso!. Chloe se apartó de él y volvió el rostro para que no pudiera percibir el deseo en sus ojos. La lujuria por sentirlo cerca. Hubiera deseado seguir besándolo pero sabía que debía contenerse. Que no era el momento, ni el lugar, ni la persona más indicada para seguir adelante.
-¿Qué te ocurre? –le preguntó Frank mientras se llevaba la mano a la herida de su labio.- Me has mordido –le dijo extrañado por su comportamiento.
Chloe trató de disimular volviendo a fijar su mirada en el cuadro pero sabía que él no se conformaría con una respuesta escueta.
-Lo siento. No era mi intención. Me dejé llevar –le dijo mientras cerraba los ojos y recordaba ese instante.
Frank pareció más tranquilo por un momento. Se relajó pensando que todo se había debido al impulso repentino del momento. Ambos se habían dejado llevar.
-Es mejor que te marches. Me gustaría estar a solas para terminar el cuadro –le dijo mientras seguía fijando su mirada en éste. No quería mirarlo a él pues sabía lo que sucedería.
Frank se quedó callado. No sabía muy bien qué podía decir. Lanzó una última mirada a Chloe, quien no se volvió y abandonó la sala de exposiciones.
Una vez a solas y cuando se aseguró que Frank no estaba, Chloe volteó el caballete donde reposaba el lienzo que estaba pintando. Arrojó al suelo los tarros y botes de pintura. Los pinceles y paletas se esparcieron por el suelo formado un amasijo de pintura. Sentía su sangre correr por sus venas como lava candente y que una furia incontenible se apoderaba de ella. El sabor de la sangre de Frank aún permanecía en sus labios, en su boca, en su garganta, en su ser. Sin tiempo que perder cogió su abrigo y salió a la noche una vez más a saciar su sed.

Frank aguardó en el coche con las luces apagadas. En su mente danzaban los recuerdos de lo sucedido. ¿Cómo podía haberlo mordido? Cerró los ojos unos instantes en los que quiso dejar de pensar en todo. Las luces seguían encendidas en el interior de la galería de arte. Frank tenía la esperanza de que ella la abandonara. Pero no fue así y harto de aquella espera, decidió marcharse.
Un tercer cuerpo fue encontrado durante la madrugada. Frank acudió al depósito para encontrarse con Mitch. No había pasado por casa después de salir de la galería de Chloe. Había dado vueltas por la ciudad y había estado bebiendo. Por suerte el teléfono de Mitch lo devolvió a la realidad y a un tercer cuerpo hallado entre dos contenedores de basura.
-Vaya aspecto que tienes –le dijo Mitch nada más verlo aparecer por la puerta del depósito.-¿Qué te ha pasado en el labio? –le preguntó señalando con su dedo.
-Este caso me quita el sueño. Me mordí comiendo –le dijo a modo de disculpa.- ¿Otro cuerpo?
Mitch le indicó que pasaran a ver a Alan y Simon. Sobre la mesa el cuerpo de una chica de poco más de veinte años con la garganta abierta. Empezaba a estar cansado de todo esto.
-¿Igual que las otras dos? –preguntó Frank a Simon antes de que éste abriera la boca.
El forense asintió mientras lo observaba por encima de sus gafas.
-El mismo ritual. Las mismas pistas –le dijo con un tono que denotaba cierto cansancio por encontrar nada nuevo.
-Llevamos tres homicidios y no tenemos ni idea de quien es –resumió Frank pasándose la mano por el rostro en un intento de despejarse.
-Sabemos que puede ser una mujer, que usa una peluca rubia, se pinta los labios con rouge, y que emplea un perfume de hace un siglo –apuntó Mitch ojeando su libreta.
-Perdona mi curiosidad Frank, pero ¿dónde has estado? –le preguntó Alan mirándolo fijamente.
-¿Por qué lo preguntas? He estado por ahí.
-Te lo preguntó porque me ha parecido que tu ropa desprende el mismo olor que el perfume que los cadáveres.
Todos centraron sus miradas en Frank, quien estaba completamente perplejo por aquel comentario.
-Tienes una herida en el labio –apuntó Simon.
-Sí, ya lo sé me he mordido comiendo –dijo a modo de disculpa. Era la única que podía servirle para justificar la herida.
Mitch miró a su compañero con los ojos entrecerrados mientras escrutaba su rostro. ¿Dónde había estado? No se tragaba lo de la herida. Ni la pinta con la que había aparecido. ¿Y ahora lo del perfume? Mitch comenzó a atar cabos y pronto se forjó una idea que podía parecerle descabellada en un principio pero que podía resultar. Había estado charlando largo y tendido con su amiga Susan, la de la galería acerca de la pintora. Luego había indagado por su cuenta la vida de la artista y a fe que había detalles curiosos.
-¿Me permites tu chaqueta? –le pidió Alan.
Frank accedió a dársela mientras en su mente la idea descabellada del día anterior cobraba ahora más fuerza. Alan se marchó para analizar el olor de la ropa de Frank mientras éste se quedaba junto a Mitch y Simon y el tercer cadáver. Pero éste había pasado a un segundo plano. Ninguno dijo nada hasta que Alan regresó con la chaqueta y una hoja de papel.
Los miró a los tres antes de dar su veredicto, aunque los tres ya lo conocían.
-El olor de tu chaqueta contiene los mismos elementos químicos que el hallado en los tres cadáveres. Un perfume de hace un siglo.
Frank se quedó petrificado al conocer aquella información. Ahora sí, sus sospechas se centraban en una única persona. Primero pensó que era una casualidad, pero comenzaban a haber demasiadas. Sin decir nada agarró su chaqueta y salió a la carrera del instituto forense. Mitch intentó detenerle pero fue demasiado tarde.
-¿Estás completamente seguro de la prueba? –le preguntó a Ala mirándolo fijamente.
-Coincide al cien por cien. Tú mismo puedes comprobarlo –le dijo entregándole la hoja de papel.
Pero para entonces Mitch salía también a la carrera precipitándose hacia la calle justo en el momento que Frank pasaba en su coche. No hacia falta nada más. Mitch sabía perfectamente donde había estado y con quien. Y a donde se dirigía.

Entró en la galería como un huracán. Para su sorpresa las luces seguían encendidas y la puerta abierta. Corrió hacia el taller y encontró todo patas arriba. Como si alguien hubiera querido destruir todo lo que allí había. Por un momento sintió angustia por lo que pudiera haberle sucedido a ella. Y fruto de esa inquietud recorrió todas las salas en su busca pero no parecía estar en ninguna. De regreso al taller allí estaba. De pie. Contemplándolo. Sus ojos brillantes como dos gemas preciosas. Sus mejillas llenas de color. Sus labios rojos atrayéndolo de nuevo.
-¿Por qué has vuelto? –le preguntó a sabiendas de lo que buscaba y lo que sucedía. Sí. Seguramente se había dado cuenta ya de quien era.
-Dime, ¿dónde has estado?
-Vaya, salió el detective. Hace unas horas tu comportamiento era bien distinto. En fin, ya da igual. He estado dando un paseo. Estaba cansada, turbada por los recientes acontecimientos.
-¿Y todo este desorden? –le preguntó señalando el taller donde nada estaba donde debería.
- Estaba enfadada conmigo misma. A veces estas cosas suceden –le dijo restando importancia al hecho.
Frank se acercó lentamente hacia ella contando mentalmente los pasos que daba.
-Dime, ¿usas un perfume de hace un siglo?
La pregunta no le sorprendió pero fingió muy bien al hacerse la desentendida.
-¿Has venido para preguntarme eso?
-Eso y más cosas. Te repito, usas...-comenzó diciendo mientras alzaba el tono de su voz.
-Sí. Lo uso. ¿Cuál es el problema? –le preguntó fingiendo no saberlo, aunque era consciente que ya había atado ese cabo.
Frank cerró los ojos por unos instantes. No sabía lo que sentía. Ni qué debía hacer.
-Ese perfume estaba impregnado en mi ropa, y en la de los tres cuerpos que hemos encontrado.
-Buenas noches agente Mitch –dijo de repente viendo como éste avanzaba detrás de Frank.
Éste se volvió para enfrentarse a su compañero, quien esgrimía el arma apuntando a Chloe.
-¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí? –le preguntó extrañado por verlo allí y apuntando a Chloe con el arma.
-Apártate Frank.
-Pero, ¿de qué va todo esto? –le preguntó algo molesto por las maneras de Mitch.
-Creo que tu compañero te lo va a explicar –dijo Chloe con un tono dulzón.
-Ella es la asesina.
-¿Chloe? –preguntó Frank mientras su mirada pasaba de uno a otro.
-Las pruebas Frank. Las pruebas apuntan a ella. Acuérdate de lo que Simon nos dijo. Lo que encontró. Hay algo más que desconoces de ella.
-¿Qué?
- He estado investigando su vida como pintora. Ha aparecido de la nada aquí en la ciudad. Susan me lo contó. Pero lo más sorprendente es esto –le dijo extrayendo lo que parecía un recorte de prensa. Frank lo desdobló y vio el rostro de Chloe.
-¿Qué tiene que ver con ella? Ya la veo en un periódico.
- Ese periódico francés de más de cincuenta años. ¿Cómo es que el tiempo no ha pasado por ella?
Frank contemplaba el rostro de Chloe y como se dibujaba un enigmática sonrisa.
-En aquellos años una extraña sucesión de crímenes asoló París. Justo cuando Chloe apareció en escena como pintora.
Chloe avanzó despacio hasta los dos detectives.
-No te muevas Chloe.
-Si sabes lo que soy no puedes hacerme daño –le recordó con un tono meloso mientras tomaba el recorte del periódico de manos de Frank y lo contemplaba con un sonrisa de añoranza.- Recuerdo muy bien París. Verás yo no escogí ser lo que soy. La verdad es que de haberlo hecho hubiera dicho que no quería lo que me ofrecían. Pero no tuve alternativa. Un joven aristócrata inglés se enamoró perdidamente de mi y para no perderme me concedió esta vida. ¿Piensas que no se me ha pasado por la cabeza mil y una veces en la manera de acabar con todo? –le preguntó mirando a Mitch fijamente.
-Entonces hazlo –le urgió este sin dejar de apuntarla.
Chloe sonrió.
-No es tan sencillo.
-Baja el arma Mitch –intervino Frank.
-Apártate Frank –insistió mientras sostenía con firmeza el arma en sus manos.
-Mañana me marcharé –dijo Chloe.- Y todo volverá a la normalidad. No os preocupéis.
-¿Se puede saber qué te pasa? ¿Estás loco Mitch? Baja el arma de una vez –le instó mientras la sujetaba con su mano y ambos forcejeaban.
Chloe se quedó paralizada al ver la escena. No pensó que aquello podría desencadenar una situación como aquella. Y cuando escuchó el sonido del arma descargando un disparo sintió que su cuerpo se estremecía de dolor en muchos años. Miró con horror el resultado de aquella refriega. Ahora lo contemplaba fijamente en esos instantes de angustia mientras corría para situarse a su lado. Frank jadeaba por el escozor que le estaba produciendo la perforación de la bala; y sentía que la vida se le escapaba lentamente por el reguero de sangre que empapaba su camisa.
-Hazlo. Sólo tú puedes salvarlo –le dijo Mitch, quien permanecía de pie con la pistola aún caliente en su mano.
Chloe seguía con su mirada fija en el moribundo. Sabía que si no se daba prisa lo perdería para siempre; pero por otro lado, hacer lo que su compañero le pedía sería aún peor que la propia muerte.
-Eh, Frank –llamó el hombre mientras se acercaba al herido.- Lamento haberte disparado.
Frank sacudió la cabeza dando a entender que no pasaba nada.
-Déjalo Mitch –le dijo en un susurro.- Tú no has tenido la culpa... Yo...
Todo estaba controlado. No habría reproches entre ellos después de diez años juntos en la brigada de homicidios. Apretó su mano con firmeza mientras lo miraba.
-Llama a una ambulancia –dijo Chloe captando su atención.
-No hay tiempo. La herida es mortal. Seguramente tenga el estómago perforado. Sólo tú puedes salvarlo –le repitió Mitch insistiendo aún más en este hecho y aparentando una mayor agitación ante la situación que estaba viviendo.- Debes hacerlo Chloe. Por favor.
Estas últimas palabras le sonaron a súplica; a desesperación. Su mirada cristalina parecía perdida mientras vagaba del rostro de Mitch al de Frank. Por unos instantes todo lo acontecido inundó su mente como un torrente de agua desbordado llevándose los malos recuerdos.
Miró a Frank y sonrió mientras ahora pasaba su mano por su rostro sudoroso. Comenzaba a tener escalofríos. La temperatura le estaba bajando. Cerró los ojos antes de decidirse a dar el paso.
-Frank, no hay tiempo para que llegue la ambulancia –comenzó diciendo Mitch.- Escucha sólo Chloe puede salvarte ¿Me entiendes verdad? Pero ya conoces el resultado final –le dijo a modo de advertencia.
Frank sonrió y cerró los ojos. Sentía que se estaba sumiendo en un sueño placentero del que no quería parecer despertarse.
-Sigues pensando como al principio eh... –tosió un par de veces antes de recostarse contra el suelo.
Chloe miró a Mitch por última vez mientras éste se incorporaba para irse. No quería ser testigo de lo que allí iba a suceder.
-Buena suerte Frank.
Guardó su revolver en la sobaquera y se dispuso a irse. Pero antes se volvió hacia Chloe, la mujer que había atrapado a su compañero para toda la eternidad.
-Cuida de él. Y marcharos cuanto antes. Yo no sé nada de su desaparición repentina de la ciudad. Ni de la tuya –apuntó finalmente con una sonrisa dándole a entender que ella también debería marcharse.
Chloe asintió sintiendo por primera vez después de muchos años lo que significada la amistad. Lo vio caminar hacia la puerta, abrirla y cerrarla a su espalda. Se volvió hacia Frank con una sonrisa llena de ternura en sus labios mientras su mirada se volvía más y más intensa. Y sentía que sus sentidos estaban en esos momentos a flor de piel. Era consciente del paso que iba a dar, pero ¿lo sería él? Al menos tenía la opción de elegir...
-¿Quieres que siga adelante Frank? –le preguntó con voz clara y cargada de ternura. Él sonrió.
-Adelante. Nunca pensé que existieras... pero ahora... venga no tengas miedo.
Frank había elegido aceptando su destino. No como ella, quien no tuvo más remedio que aceptar lo que era y vivir con ello. Juraría que él se había sentido atraído desde un principio por el misterio, que la envolvía como una fina capa de bruma. No le hizo ninguna gracia pensar en lo que iba a hacer para salvarlo. Juró que nunca lo haría. Y ahora... el destino caprichoso la ponía a prueba. ¿Por qué lo hacía? ¿Acaso después de tanto tiempo había sentido algo por aquel detective cuya vida estaba en sus manos? ¿Estaría dispuesto a vivir de aquella manera? ¿A afrontar lo que el destino le ofreciera? Contempló a Frank unos segundos mientras posaba su mano sobre su pecho para sentir los débiles latidos de su corazón. Sabía que el momento había llegado. Debería hacerlo antes de que el corazón se detuviera del todo de manera que se inclinó sobre él y lo besó con ternura antes de hundir su rostro en su cuello.


 


           

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