28 ago 2011

Una prueba de amistad


Aquella mañana Nils se despertó temprano. Se vistió de prisa y bajó a desayunar a la cocina. A penas había pegado ojo en toda noche, pensando que al día siguiente iría con su padre a la ciudad en busca de alimentos y provisiones para pasar el invierno. Nils vivía con su padres y su hermana pequeña en un pueblo escondido en el norte de Noruega.
            Al llegar a la cocina vio como su padre terminaba su desayuno  y salía por la puerta a preparar el kariol, especie de trineo característico de aquellas regiones y que sirve de transporte a los habitantes de aquellas regiones.  Su padre era carpintero y disponía de una especie de taller en el que se pasaba gran parte del día trabajando. Mientras su madre le preparaba el tazón de leche, Nils permanecía asomado por la ventana echando un vistazo a los negros nubarrones que cubrían el cielo y que amenazaban con volver a nevar. La nieve que había caído durante toda la noche había cubierto la tierra como si de un manto blanco se tratara. Su madre le había prometido que acompañaría a su padre a la ciudad siempre y cuando no nevara. De modo que Nils no perdió ni un solo instante y apuró su desayuno.  Cuando hubo finalizado salió por la puerta y con el primer paso que dio se hundió en la nieve hasta casi las rodillas lo cual provocó la risa de su padre. 
-          Deja de jugar y échame un mano con el kariol –le dijo su padre.
-          Lo haría si pudiera sacar mis pies de la nieve –respondió Nils.
Viendo que no era capaz de avanzar entre la nieve que lo rodeaba, su padre se apresuró a tomarlo en brazos para depositarlo en el kariol para que no volviera a hundirse en la nieve.
- Será mejor que te abrigues hijo -le dijo su madre llevándole el abrigo y un par de guantes.- El camino es largo y el viento sopla fuerte.
Nils obedeció a su madre y de inmediato se puso el abrigo y los guantes
- Este chico –murmuraba su madre mientras volvía sobre sus pasos hacia casa con mucho cuidado.- Salir a la nieve sin abrigarse...
Cuando su padre hubo cargado todo entró en casa y descolgó la vieja escopeta de encima de la chimenea.
- Es por los lobos –le explicó a su mujer.- Se comenta que hay una manada suelta que ya ha matado al ganado.
Aquel comentario intranquilizó a Valenska hasta tal extremo de sugerirle a su marido que no llevara al chico.
- Ya soy mayor, mamá. No tengo miedo de los lobos –respondió muy seguro de sí mismo.
- No te preocupes mujer –le respondió su padre.- Cuidaré de él. Y estaremos de vuelta antes del anochecer. Cuida de la pequeña Sylvia.
Se despidieron y tras montarse en el Kariol emprendieron el camino hacia la ciudad de... ante la atenta mirada de su madre quien los veía alejarse desde el umbral de la puerta de casa.

Durante todo el camino hacia la ciudad su padre miraba constantemente hacia los espesos bosques que se extendían ambos lados del camino. Nils se percató de los gestos de su padre y le preguntó:
-          ¿Por qué miras hacia el bosque, papá?.
-          Simplemente por curiosidad.
-          ¿No será por los lobos, verdad?
El padre de Nils iba a responder pero de repente  escucharon un aullido a lo lejos que le heló la sangre. Le pasó las riendas a su hijo mientras él cogía el rifle y comprobaba que estaba cargado.
- Será mejor que nos demos prisa. Va a nevar –dijo mirando hacia los negro nubarrones que se cernían por encima de sus cabezas mientras azuzaba a los caballos.
            Los caballos comenzaron a trotar más deprisa por entre la nieve. Nils imitaba a su padre mirando hacia los árboles del bosque, en los cuales se volvían a escuchar los aullidos de los lobos. Tan centrados estaban en vigilar si algún lobo aparecía en el camino que no se dieron cuenta que la nieve había dejado paso al hielo, y que ahora se extendía delante suyo. Los caballos continuaron su marcha como si nada hasta que el hielo comenzó a resquebrajarse bajo sus cascos,  y se hundieron en las gélidas aguas. El padre de Nils intentó dominarlos, pero era demasiado tarde, y sus esfuerzos fueron inútiles. El kariol volcó a sus ocupantes sobre el frío hielo, y la mala suerte se cebó sobre ellos, en concreto sobre el padre de Nils, que se vio atrapado bajo el peso del kariol. Por fortuna el muchacho había sido despedido a escasos dos metros del coche con lo que no había resultado herido. Al ver a su padre en tal situación se incorporó de inmediato para ayudarlo, pero sin darse cuenta de que con cada paso que daba el hielo a su alrededor se iba abriendo con el consiguiente peligro de caerse al agua. Pero, ¿qué ocurría en esos momentos con los pobres animales?. Los caballos intentaban por todos los medios escapar de aquella trampa mortal en forma de agua helada, y que inmovilizaba sus patas debido a la temperatura a la que se encontraba. Mientras, varios pares de ojos los observaban atentamente en la oscuridad del bosque. Con paso lento pero seguro los lobos grises comenzaron a dejarse ver. Nils fue el primero en percatarse de su presencia y su rostro se contrajo de miedo. Su padre pese a tener el peso del kariol encima, alcanzó a vislumbrar la silueta de alguno de ellos.
            - Si pudiera alcanzar el rifle –se lamentaba mientras intentaba por todos los medios desembarazarse del kariol. La pierna le dolía hasta el punto que con cada movimiento que hacía parecía como si se le arrancaran.
            Los lobos se encontraban cada vez más cerca de sus presas. La boca se les hacía agua mientras enseñaban sus afilados y puntiagudos colmillos por los que resbalaba la saliva.  Nils intentó llegar hasta su padre en un último esfuerzo, pero desgraciadamente el hielo se abrió bajo sus pies y se hundió en el agua.
-          ¡Papá!.
-          ¡Nils!
La situación se había tornado más que delicada. Nils no podía salir del agua para ayudar a su padre, aprisionado bajo el kariol y los caballos haciendo sus últimos esfuerzos para salir de las gélidas aguas. Y mientras los lobos se acercaban dispuestos a todo, el padre de Nils pensaba que aquello era el final. Nada se podía hacer. Uno de los lobos se aproximaba hacia él decidido a todo pues se había dado cuenta de que su presa no podía moverse.  De pronto un gran lobo blanco salió corriendo del bosque en dirección a ellos y se interpuso entre el padre de Nils y el otro. Los gruñidos se sucedieron entre ambos animales. Parecía como si se estuviesen disputando la comida. Tras un largo rato de lucha el lobo blanco consiguió hacer desistir de sus propósitos a su compañero de manada. Los demás lobos comenzaron a rodear al gran lobo blanco intentando asustarlo. Pero el animal, lejos de agachar las orejas y huir, se irguió ante la manda presto a presentar batalla. El padre comprendió que aquel lobo, por alguna razón que no llegaba a comprender, se había propuesto salvarle la vida. Pero ¿con que fin ?. “Que más me da que me coman unos que otros”, pensó. Tras unos angustiosos minutos de espera la manada desistió y se volvió a bosque dejando solo al lobo blanco. Éste para sorpresa suya pasó de largo y se dirigió hacia el muchacho. El padre de Nils intentó una y otra vez llamar la atención del lobo para que se alejara de su hijo; pero todo era inútil. Estaba decidido a acabar con Nils, quien seguía agitándose en las aguas heladas. Nils se hundía en el agua ante la mirada de su padre que se maldecía por haberlo llevado con él. Pensó en Valenska, su madre y en su pequeña Sylvia a la que ya no vería crecer.  Apartó la vista de su hijo pues no quería contemplar como el lobo lo mataba. Ya no cabía ninguna esperanza de salvación. Lleno de valor decidió volver la vista  hacia su hijo para contemplarlo por última vez. Y vio como el lobo blanco, que lo había defendido del resto de la manada, estaba arrastrando fuera del agua a Nils. No lo podía creer. El lobo había salvado a su hijo, quien de inmediato corrió hacia su padre para ayudarle a salir de debajo del kariol . El lobo había agarrado con sus afilados dientes a Nils por el cuello de su abrigo y había tirado de él sacándolo del agua. Y ahora el muchacho intentaba hacer palanca con un madero para que su padre sacara la pierna. Pero con lo que no contaban era con la inestimable ayuda del lobo, que se colocó detrás de su padre y aferrándolo por el cuello del chaquetón al igual que a Nils lo arrastró por la nieve lejos del kariol .
-          Papá estás libre –gritó Nils corriendo hacia él.
-  Rápido saquemos a los caballos –dijo mientras se ponía en pie a duras penas. La fractura en su pierna derecha era importante, pero no le impedía andar. Agarraron a los caballos por las bridas y tirando fuerte consiguieron sacarlos del hielo. Cuando por fin lograron recuperarse, Nils acomodó a su padre en el kariol y lo cubrió con todas las mantas disponibles. No se habían percatado de que el lobo los miraba fijamente hasta que Nils se dio la vuelta sobre si mismo y lo descubrió. En sus ojos había un brillo especial. Jadeaba por los esfuerzos realizados. Nils se acercó y pasó su mano por el pelaje de éste, quien lo agradeció emitiendo un gemido. Era un lobo blanco con una mancha gris en la espalda en forma de estrella. Un ejemplar único. Se despidieron de él sin explicarse como era posible que los hubiese salvado de una muerte segura.


Varios meses después de aquel incidente Nils y su padre formaban parte de una partida de cazadores de lobos. Los ataques al ganado estaban dejando sin alimento y sin trabajo a muchos pastores. Se habían internado en el bosque donde habían colocado infinidad de cepos con el fin de atraparlos. Nils y su padre se habían separado del grupo unos metros cuando escucharon los gemidos de un animal.
- Es un lobo. No hay duda –dijo su padre a Nils.- Quédate detrás de mi –le dijo mientras tiraba del percutor del rifle hacia atrás.
A escasos metros un lobo joven luchaba desesperadamente por soltarse del cepo en el que había quedado atrapado. Nils y su padre se acercaron lentamente pues el animal podía revolverse contra ellos y atacarles. A medida que se acercaban el lobo se volvía más dócil. Sus esfuerzos por soltarse cada vez era menores pues perdía fuerzas. Cuando estuvieron junto a él el lobo los miró a la cara y Nils lo reconoció.
-          No papá. No dispares. ¿No lo conoces?.
Su padre lo miró durante unos segundos y creyó reconocer en aquel lobo indefenso al que meses atrás le había salvado la vida a él y a su hijo.
- Mira papá, la estrella en el lomo –gritó Nils mostrándosela a su padre.
No había duda ahora. Era el mismo lobo que lo había rescatado de morir helados o devorados por la manada. Se arrodilló para soltarle del cepo pero en ese mismo instante una voz se escuchó detrás suyo.
- Vaya suerte Olaf. Has cazado un buen ejemplar. Si lo disecas adornará el salón de tu casa.
Olaf se volvió y se encaró con el hombre.
- Este lobo no va a adornar el salón de ninguna casa.
- Pero, ¿es que te has vuelto loco?.
- No. Este lobo que ves ahí nos salvó a mi hijo y a mi de morir congelados hace dos meses y por lo tanto no voy a permitir que le hagáis daño.
- Apártate o te disparo –le dijo el hombre levantando el rifle y apuntándolo.
- Entonces dispara –le ordenó Olaf ante la atenta mirada de su hijo y del lobo.
Viendo la valentía de Olaf el hombre bajó la escopeta y desistió en su propósito.
- Da gracias que haya sido él y no yo quien te ha encontrado si no...-le dijo el hombre al lobo.- Será mejor que vuelva con los otros –dijo dándose la vuelta y emprendiendo el camino de regreso.
Cuando se hubo marchado Olaf y Nils se arrodillaron delante del lobo y con sumo cuidado lo liberaron del cepo. Su pata estaba magullada y cubierta de sangre. Olaf abrió la mochila que llevaba y extrayendo una cantimplora vertió un poco de agua sobre la pata del lobo que chilló al sentir el frío sobre su pelaje. Después con un trapo vendó al animal para que la herida no se infectara. Cuando todo hubo acabado el lobo lamió la mano de Olaf en señal de agradecimiento por lo que había hecho. Nils le pasaba la mano por el pelaje y le rascaba detrás de las orejas algo que el lobo agradeció enormemente. Olaf se incorporó y mirando al lobo le dijo:
- Estamos en paz. Te devuelvo el favor que nos prestaste. Procura mantenerte alejado del pueblo o acabarán cazándote.
El lobo pareció comprender lo que Olaf le decía y asintió con la cabeza para después marcharse cojeando hacia el interior del bosque. Poco después Nils y su padre volvieron a casa satisfechos por la labor desempeñada con su amigo el lobo. En las crudas noches de invierno cuando hay luna llena, Nils escucha al lobo aullar entre los árboles del bosque llamándolos.

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